Palabra:
«Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma» (Santiago 2:17)
Una importante lección que me fue dada de la gran sabiduría de mi abuela materna, es que no sólo son nuestras palabras las que convencen a Dios, sino nuestras acciones. Siempre solía comentar: «Se escucha más fuerte lo que hacemos que lo que decimos”. Por ello parte de ser instrumentos ejemplares del Señor, es, no sólo conducir nuestro discurso en su palabra, sino respaldar eso que hablamos, con el poder de nuestras acciones.
En las escrituras de hoy el apóstol Santiago da cuenta de lo que significa una fe respaldada con obras y no una “fe muerta” sólo en palabras. Para ello hace referencia a un caso en que unos hermanos no tenían con qué vestirse y carecían de alimento, y un creyente los despide sin ayudarles pero bendiciéndolos. A ello Santiago respondió: ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma… Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Si bien es cierto que la oración es poderosa y eficaz, y que Dios tiene una infinidad de maneras distintas de cómo responder una oración, también es cierto que en muchas ocasiones el Señor quiere que seamos nosotros quienes actuemos para responder a las necesidades de nuestro prójimo.
Por ello, vivamos en lo que predicamos, recordando que la fe fortalecida demostrada en acciones, revela una maduración en carácter y espíritu, una transformación hacia la paz y calma que El Señor nos promete.
Si hemos elegido caminar junto a Dios, hemos elegido ser transformados; Que nuestras acciones, sean testimonio de esa maravillosa transformación.
Ora:
Señor, guíame a respaldar las palabras con acciones que reflejen mi fe creciente en tu poder y voluntad, y que sean testimonio de la maravillosa transformación que has llevado a cabo en mí. Amén