19 de Diciembre: El Sermón de la montaña 4

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Palabra:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7:21)

El Evangelio es una doctrina que tiene como base principal las palabras, vida y enseñanzas (doctrinas) – que el Señor Jesucristo dejó a sus discípulos, dándoles la orden de difundir su mensaje por todo el mundo.

Estas enseñanzas tuvieron un gran impacto en su época, al proponer una nueva relación del hombre con Dios; pero fueron combatidas por la religión oficial del pueblo de Jesús, que no aceptaba su doctrina, y por el gobierno romano, que no admitía un rey contrario a Roma.

El Evangelio fue predicado por los discípulos del Señor en todo el mundo y, desde entonces, ha alcanzado y transformado vidas al proponer una relación directa, personal e íntima con Dios, a través de Jesucristo y la llenura del Espíritu Santo, en la que el hombre tiene la libertad de pensar y sentir a Dios sin la intermediación de ningún otro hombre u objeto.

Pero, desgraciadamente, muchos hombres se han levantado y han anunciado un Evangelio totalmente diferente del predicado por Jesús (falsas doctrinas), que han enseñado y engañando a gente crédula, con poco conocimiento de la palabra y necesitada de alimento espiritual, de ese pan de vida que nos ofrece Dios por medio de nuestro Señor, con el objetivo de conseguir ventajas financieras – reconocimiento y poder humano.

A estos «falsos profetas» que hablan en nombre de Dios no les importa la eternidad, sino que sólo quieren vivir el presente.

Por eso Jesús deja claro que hay una diferencia entre «decir» y «vivir» el Evangelio, que no podemos seguir las doctrinas de los hombres, sino que debemos conocer la verdad de Dios, aprender a caminar por el camino angosto haciendo su voluntad, y garantizar, mediante la fe, nuestro lugar a su lado en la eternidad.

Oración:

Señor, quiero vivir Tu Palabra y aplicar las enseñanzas que en ella encuentro, día a día, por ello ayúdame a sostener lo que siembras en mi corazón, con hechos concretos que te glorifiquen y me hagan testimonio de Tus grandes maravillas. Amén.