Palabra:
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:8)
En cada vida extraordinaria ha habido un sacrificio extraordinario.
Abraham comenzó desprendiéndose, y saliendo, y a lo largo del camino no hizo sino renunciar, primero a su hogar, a su padre y a su pasado; después a su herencia, para cedérselo a Lot, su sobrino egoísta; y finalmente, al propio hijo de la promesa sobre el altar de Moriah. Pero llegó a ser el padre de los fíeles, cuya herencia era como la arena del mar y las estrellas del cielo.
Escuche a David diciendo: “Porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (2 Samuel 24:24). David pagó el precio completo. Y leemos: “El trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová” (1 Reyes 2:45).
Ana entregó su hijo y éste llegó a ser el profeta de la restauración del antiguo Israel. Pablo no sólo sufrió la pérdida de todas las cosas, sino que las contó como basura para poder ganar a Cristo. Y Pablo estuvo delante de personas sencillas y en palacios de reyes.
Así es siempre: el verdadero sacrificio que llega al punto de una total entrega de sí mismo, nos trae la revelación de Dios en su plenitud. Como ya hemos visto, fue sólo con la condición de que Jacob se desprendiera y los hermanos trajeran lo mejor que tenían, es decir, a Benjamín, que podían volver a ver el rostro de José. Y cuando Judá hizo más que esto y se ofreció a sí mismo para ser el esclavo de José para siempre, fue entonces que José ya no pudo contenerse, sino que se sintió obligado a revelar todo a aquéllos que su corazón había añorado.
Así es como Dios obra con nosotros. Él no puede darnos a conocer su personalidad y amor en toda su plenitud hasta que hayamos rendido a Él incondicionalmente y para siempre, no sólo todo lo que tenemos, sino todo lo que somos. Entonces Dios ya no puede contenerse, sino que prodiga sobre nosotros, tal revelación de sí mismo que no puede expresarse en palabras.
¡Pero qué revelación es! ¡Qué gloria nos da Dios al darnos la vida que implica tener Cristo como nuestra vida misma! ¡Cómo cambia todo para nosotros después de esto: nuestro ser va del hambre a la abundancia espléndida.
Oración:
Señor, abre mi corazón a comprender que una vida gozando de Tu presencia constante, es solo posible mediante el sacrificio que implica seguirte, con obediencia y fidelidad, respetando Tus mandamientos y aceptando sin dudar, Tu maravillosa voluntad. Amén.