Palabra:
Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. (Jeremías 10:23)
La vida no es un camino recto, ni seguro; su recorrido implica altos y bajos, giros y vueltas, donde muchas veces actividades que parecen atractivas, pueden ser senderos a las arenas movedizas del pecado. Siin embargo, el recorrido puede ser la mayoría de las veces gratificante si conocemos la forma correcta de hacerlo. Y es que sólo una forma garantiza que los pasos que demos sean siempre en la dirección acertada, y ella es caminar de la mano de alguien que conozca los lugares que vamos a transitar.
Dios es el perfecto guía de servicio completo y a tu disposición. Nadie puede equivocarse siguiendo los caminos que Él selecciona. Si consideras que en su perfección, Te creó amorosamente y de forma intencional para el momento en el que vives y para el lugar donde te encuentras, tendrás el camino allanado para abrir tu corazón a una verdad que es certeza de paz y tranquilidad: El Señor vigila tus pasos porque desea ver tu propósito cumplido y que su plan se lleve a cabo a través de ti (Prov. 3:5-6).
Hay una relación estrecha entre conducirnos por los destinos equivocados y el alejarse de la guía del Señor: quien se encuentra atrapado en su propio «sentido de la dirección» inclinándose por seguir sus propios deseos, emociones o versión personal de la moralidad ha elegido la incertidumbre y la inestabilidad ante el porvenir. Por el contrario, aquel que ha confiado en que El Señor conoce cada obstáculo, cada debilidad que te tentará, cada vacío de tu espíritu, para llenarlo, ha garantizado la presencia del que todo lo puede, en su vida y ha asegurado su camino hacia la verdadera victoria.
No ignores la guía perfecta. Recuerda que no existe posibilidad de perderse, cuando se anda con aquel que todo lo conoce.
Oración:
Señor, Te entrego cada uno de mis pasos; por ello reinará en mi andar la certeza de que no puedo perderme, porque camino contigo, que todo lo conoces. Amén