Palabra:
Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos. (Hechos 14:27)
Saulo de Tarso sufrió una transformación radical: el celoso perseguidor de los cristianos se convirtió en un apasionado seguidor de Cristo. Conocido después como Pablo, dedicó su tiempo, energías y talento a difundir el mensaje del evangelio. ¿Qué lo motivó a rendir su vida a Cristo?
El sacrificio de amor de Jesús. Antes de ser salvo, Pablo había adversado a todos los que creían en Jesús como el Mesías. Pero al convertirse, este perseguidor de los cristianos se dio cuenta de que Cristo murió voluntariamente en la cruz por amor a la humanidad. Jesús dejó su hogar celestial, sufrió y murió para que pudiéramos ser reconciliados con Dios. El sacrificio del Señor en la cruz motivó al apóstol a hablar a los demás del amor absoluto de Dios (Ef 3.18).
La gratitud por su salvación. En el camino de Damasco, el enemigo de Cristo se convirtió en miembro de su familia. Pablo se autodenominaba el peor de los pecadores, reconociendo que no era digno de ser salvo (1 Ti 1.15, 16). Era su gratitud por la salvación lo que alimentaba su devoción y su dedicación a la causa de Cristo.
El poder del evangelio para transformar las vidas. La propia experiencia del apóstol lo hacía anhelar ver a otros rescatados de la esclavitud del pecado, para que pudieran experimentar la gracia de Dios. Quería que muchos aprovecharan el poder salvador y transformador del evangelio.
Se nos ha confiado la responsabilidad de difundir el evangelio. Cuando el sentimiento de incompetencia, las dudas o la autocomplacencia nos invadan, recordemos lo que motivó a Pablo. Imaginemos el día cuando nuestros seres queridos experimentarán la paz, el amor, y la presencia de Dios.
Oración:
Señor, que pueda demostrar con mis acciones los cambios que has traído a mi vida y que pueda proceder siempre como justicia para ser testimonio de Tu bondad y Tu amor.