Un conferencista bien conocido empezó su seminario sosteniendo un billete de 20 dólares. En un salón de 200 personas, preguntó, “¿A quién le gustaría tener este billete?”
Muchas manos se levantaron. Les dijo, “Le voy a dar este billete de $20.00 a uno de ustedes, pero primero, déjenme hacer esto.” Procedió a arrugar el billete.
Después preguntó, ¿Quién lo quiere todavía?” Aun muchos levantaron las manos. “Bueno”, respondió, “¿Que tal si hago esto?” Y lo tiró al piso y comenzó a pisotearlo con su zapato. Lo levantó, ahora todo arrugado y sucio. “¿Ahora, quién lo quiere?” Aun se levantaron las manos.
Amigos mío, ya han aprendido una lección de mucho valor. No importa lo que yo haga al dinero, ustedes aun así lo quieren porque eso no disminuyó su valor. Seguían siendo $20.00.
Muchas veces en nuestras vidas, somos tirados, arrugados, y aplastados en tierra por las decisiones que hacemos y las circunstancias que vienen en nuestra dirección.
Nos sentimos como si no tuviéramos valor. Pero no importa lo que ha pasado o lo que pasará, nunca perderás tu valor en los ojos de Dios. Para Él, sucio o limpio, arrugado o doblado, tu sigues siendo de mucho valor para Él.
«…No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Corintios 4:18)