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Las adversidades prueban nuestra fe, pero a su vez, la hacen más sólida. Las cargas que Dios pone en nuestro camino, tienen un fin especial. No desperdicies ese fin, rindiéndote o desesperándote. Mejor aprovéchalo confiando en el cuidado y bondad del Señor.
Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca. De modo que te rejuvenezcas como el águila.
– Salmos 103:2-5