Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo. (Hebreos 1:8)
El Señor Jesús aseguró a sus discípulos que recibirían el Espíritu Santo (Lc 24.49), y en el día de Pentecostés se cumplió esa promesa (Hch 2.1-4). Dios siempre cumple a cabalidad, y enviar a su Espíritu no fue la excepción. De hecho, esta maravillosa bendición sigue estando presente hoy.
En el momento que una persona pone su fe en el Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en ella. Él sella a todos los cristianos por la eternidad, de modo que nada los puede robar jamás de Él. Pero, lamentablemente, algunos creyentes pueden ser salvos y aún así seguir viviendo confiando en sus propias fuerzas.
Ser “llenos del Espíritu Santo” no es una experiencia emocional. Se trata de permitirle a Dios vivir a través de nuestras acciones, pensamientos y palabras, lo que significa renunciar a nuestros deseos.
Andar en el Espíritu no tiene nada que ver con nuestras habilidades, sino depender únicamente de Dios. Nos fiamos de Él, le pedimos que tome el mando, y le seguimos con obediencia. El Señor nos guiará cuando oramos a Él. Y mediante la meditación silenciosa y atenta en su Palabra, como también por medio del consejo de otros creyentes, podremos experimentar la guía, el poder, la protección y la ayuda del Padre celestial. Su voz suave y apacible se nos hará más evidente a medida que maduremos en Cristo.
Si usted es salvo, el Espíritu de Dios vive en usted. Pero Él anhela hacer mucho más que simplemente residir allí. Desea estar en comunión con usted, para que así experimente bendiciones abundantes. Vivir confiando en sus propias fuerzas solo le llevará al fracaso. Andar en el Espíritu da vida.
Palabra Diaria: Señor, que Tu Espíritu tome el mando de nuestras vidas y nos guie fortalecidos hacia el plan de bienestar que nos guardas.