El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. (2 Corintios 9:6)
Las bendiciones que Dios nos da no son para que se queden con nosotros. Su deseo es que lleguen también a los demás. Este principio se aplica a todo en nuestra vida, incluyendo las finanzas. ¿Sabía usted que Dios tiene planes para su dinero? Nosotros queremos saber, por lo general, cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas, pero muchas veces no le consultamos acerca de nuestro dinero.
El Señor, por su misericordia, nos da ingresos para que podamos satisfacer nuestras necesidades y aun nuestros deseos. Pero también quiere que usemos nuestro dinero para llevar a cabo sus planes. Y uno de sus objetivos es que compartamos nuestros recursos con otros. Si nos proponemos en nuestros corazones participar en sus planes, Él se compromete a darnos todo lo que necesitamos para vivir y para dar.
Veamos su exorbitante promesa en el versículo 8: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (cursivas añadidas). ¡Es un versículo del que podemos apropiarnos! Compartir nuestras bendiciones con los demás nunca nos llevará a la pobreza. El Señor promete aumentar la cosecha de nuestra justicia, y enriquecernos en todo en respuesta a nuestra generosidad. Jamás podremos superar a Dios en generosidad.
Una bendición acumulada jamás se disfruta tanto como una bendición compartida. Usar lo que usted tiene para ayudar a alguien necesitado, glorifica a Dios al mostrar la gracia de Él actuando en su vida. No permita que la generosa provisión del Señor se quede solo con usted. Pásela a otros, y descubra el gozo de tener un ciclo interminable de bendiciones.
Palabra diaria: Señor, gracias por todas las bendiciones que colocas en mi vida. Permíteme en cualquier circunstancia, compartir con aquellos a mi alredeor, tu abundante y suficiente provisión.