Palabra:
«Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:21-25)
Algunas veces cuando oré y no obtuve de Dios la respuesta que esperaba, llegué a pensar: ¿Dónde estás Señor, en medio de mi dolor? ¿Por qué me abandonas? ¿Qué hice para merecer esto? En ese momento olvidé que cada situación de nuestras vidas, buena o mala, guarda un propósito en el plan al que El Señor nos ha llamado, y está en nosotros acercarnos a Él en oración, para pedirle la fuerza y la sabiduría que nos permita entender dicho plan.
De esa forma aconteció con María y Marta, dos hermanas cercanas a Jesús. Su hermano Lázaro había caído víctima de una mortal enfermedad y ante dicha situación, enviaron lo más rápido posible, el mensaje a Jesús esperando que él acudiera tan pronto como pudiera, a sanarlo y devolverle nuevamente esperanza de vida.
Sin embargo, ocurrió que este no llegó con la rapidez que ellas necesitaban y Lázaro murió. La decepción y desesperación del acontecimiento hizo que al verlo, le reclamaran: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. En ese momento María y Marta víctimas de la angustia, olvidaron que la voluntad de nuestro corazón podría parecer la correcta, pero la voluntad del Señor, siempre será la necesaria. Ellas querían sanación para Lázaro, querían rescatarlo de morir, pero Jesús tenía un plan mayor: resucitarlo de la muerte.
Cuando Jesús cumplió su promesa y levantó a Lázaro de su tumba, Marta y María renovaron y vieron fortalecida su fe. El poder del Señor se sobrepuso a sus dudas y les dio un fin mayor al que ellas mismas esperaban.
En cualquier situación en la que te encuentres, recuerda que tus cargas, tus angustias, tus penas, tienen un propósito en el plan de Dios, y en muchas ocasiones, ese plan te brindará bendiciones maravillosas que nunca hubieses podido imaginar. No olvides que nuestro corazón nos da el camino “correcto” pero el Señor nos brinda el camino necesario, en el que nunca nos abandonará, ni nos dará cargas que no podamos soportar. Recuerda lo que Él siempre nos dijo: “No te dejaré, ni te desampararé” (Hebreos 13:5)
Oración:
Señor, Concédeme la sabiduría y serenidad para aceptar Tu camino que es el necesario y no el que considero correcto y que dicta mi corazón. Fortalece mi fe cuando creo que me has abandonado, para entender que cada acontecimiento de mi vida, forma parte de Tu maravilloso plan para mí. Amén.