«Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido» (Salmos 63:8)
Cuando la NASA empezó a usar una nueva clase de telescopio espacial para fotografiar diferentes espectros de luz, los investigadores quedaron sorprendidos ante una de las tomas, la cual muestra lo que parecen ser dedos, un pulgar y la palma de una mano abierta con matices espectaculares de azul, púrpura, verde y dorado. Algunos la han llamado «La mano de Dios».
La idea de que Dios extiende su mano para ayudarnos en momentos difíciles es un tema central en las Escrituras. El Salmo 63 declara: «Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido» (vv. 7-8). El salmista consideraba que la ayuda de Dios era como una mano que lo sostenía. Algunos maestros de la Biblia creen que el rey David escribió este salmo en el desierto de Judá, durante la terrible época de la rebelión de su hijo Absalón. Este había conspirado para derrocar a su padre, y David huyó al desierto (2 Samuel 15–16). Aun durante aquel difícil momento, Dios no lo había abandonado, y David confiaba en Él. Señaló: «Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán» (Salmo 63:3).
A veces, la vida puede ser dolorosa, las tormentas pueden hacer perder el rumbo, y en medio de tal desolación podemos hasta confundirnos y creer que El Señor nos ha entregado a nuestras propias fuerzas; no obstante, la realidad es que Él se encuentra allí, ofreciéndonos su mano de consuelo en medio de todo. Y es que la realidad es que nunca estamos fuera de su alcance.
Palabra diaria: Señor, se que me cuidas y me fortaleces en las dificultades, cuando me ha superado la angustia. Dame la fortaleza para mantenerme firme en mi fe y no decaer, sabiendo que tu mano me sostiene en todo momento, y que caminando junto a ti nunca estaré sólo.