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Se acaba el día, Señor. Ha habido de todo: momentos felices y momentos de dolor, aciertos y equivocaciones.
A esta hora quiero acudir de nuevo a Ti, para dejar en tus manos toda mi día.
Gracias por mis buenas obras. Disculpa mis errores. Todo lo pongo ante tu mirada.
Sé que me amas tal y como soy. Sé, también, que mañana me ayudarás a que las cosas me «salgan» mejor.
En tus manos entrego mi sueño y mi descanso, porque sé que nunca me dejas solo.