Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. (Génesis 35:3)
¿Con qué frecuencia te tomas el tiempo para recordar lo que Dios ha hecho en tu vida y darle las gracias por ello? En medio de un mundo tan azaroso como el de hoy, las ocupaciones pueden hacer que hasta de forma insconsciente, pasemos por alto las bendiciones que El Señor nos entrega cada día. Los plazos, las reuniones y los compromisos familiares pueden llenar nuestro tiempo y causar que acudamos a Dios mayormente en tiempos de prueba o necesidad. No es algo que debamos reprocharnos sino algo a lo que debemos estar atentos para retomar siempre nuestra actitud de agradecimiento al Señor por su infinita gracia y provisión.
El versículo de hoy, es una muestra de una actitud de agradecimiento constante. Jacob se detuvo y construyó un altar para el Señor, no para pedir algo, sino para recordar lo que Dios había hecho. Ese tipo de alabanzas tienen poder. Cuando alabamos a Dios, Él renueva nuestras fuerzas y nos recuerda quién es y qué quiere que hagamos. Cuando recordamos lo fiel que ha sido Dios en el pasado, nos sentimos confiados para poner en sus manos, nuestro futuro.
Es muy importante tomarse un tiempo para reflexionar sobre lo que Dios ha hecho y lo fiel que ha sido. Una actitud constante de agradecimiento, tendrá las mismas retribuciones que una fe sólida: no temerás al futuro, sino que lo esperarás sabiendo que allí estará Dios acompañándote, sin importar las dificultades del camino.
Señor, Hoy te agradezco todo aquello que has hecho por mí. Me has dado fuerza, poder, provisión y propósito. Sé que no necesito temer el futuro porque veo cómo me bendijiste y protegiste en el pasado. Oro para que me guíes en el camino que debo recorrer y me mantengas atento y con un corazón agradecido por Tus grandes bendiciones.