Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. (Romanos 4:7-8)
Señor, sé que las consecuencias de mis acciones pasadas no son reversibles. Puedo vivir con eso si sé que he sido perdonado completamente y que me consideras digno de servirte. Si tú no usas mi pasado en contra mía, yo tampoco debería hacerlo. Está libre mi mente para mirar para adelante y no hacia atrás. Ya no soy un esclavo de mis remordimientos porque me deshice de ellos con el fin de hacer algo mejor, más digno, para ti. Si Pedro se hubiera sentido agobiado por su remordimiento después de negar a Jesús, él nunca hubiera sido capaz de predicar tan poderosamente la Buena Noticia. Te doy gracias porque puedes también aliviar mi carga.