Versículo:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. (Juan 15:1)
Comentario:
En la misma dirección de presentarse como un elemento fundamental para la vida humana, Jesús se compara ahora con un árbol encargado de producir un alimento de gran importancia para la sociedad de su tiempo.
La vid producía la uva, y la uva producía el vino, en muchos textos bíblicos presentado como «mosto», una especie de zumo fermentado más grueso, sin el tratamiento del vino como lo conocemos hoy.
Puede que el vino haya perdido su espacio en las mesas de la gente hoy en día, pero siempre ha sido un producto presente y de gran valor en el contexto de estas palabras de Jesús.
El pan y el vino están presentes en el encuentro de Jesús con sus discípulos en la Última Cena, donde los compara con su «cuerpo» y su «sangre» respectivamente.
Así, al declararse la «Vid verdadera», Jesús asume la condición de generar el mejor fruto, por tanto, el mejor vino. Podemos hacer una analogía con el episodio de las Bodas de Caná (búsqueda en el Evangelio de Juan – capítulo 2 – versículos 1 a 11).
Jesús produce el mejor vino porque Dios mismo es quien se ocupa de todo: es el «viticultor», el «cultivador de viñedos».
¡Vale la pena beber de la fuente que es Jesús! Este vino no se refiere a la alegría momentánea de una bebida generada por el hombre, sino a la alegría eterna producida por la plenitud del valor espiritual ofrecido por Dios en la persona de Jesús.
Oración:
Señor, que pueda disfrutar cada día la plenitud de vivir en Tu presencia y producir fruto siempre teniéndote como mi labrador. Amén.