Versículo:
Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío. (Salmos 19:13-14)
Comentario:
El salmista cierra el Salmo 19 con una maravillosa afirmación sobre la acción de Dios en su vida. No deja lugar a dudas de que la Palabra de Dios entró, le removió y puso todo en orden. Pero para que todo esto sucediera, era necesario que se rindiera y pidiera ayuda a Dios.
En el versículo 13, implora al Señor que lo quebrante sobre su actitud de orgullo («soberbia» – «yo puedo hacerlo»), que reconoce que se estaba apoderando de su corazón, dice: «que no se enseñoreen de mí», es decir, que no me domine. Para encontrar en Dios las soluciones que anhelamos para nuestra vida, es necesario que Él sea el Señor.
Y cuando se libera de sus ataduras personales, religiosas e intelectuales, el salmista declara cómo se presentará ante su Dios: Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean aceptables ante tu rostro. Esto muestra hasta qué punto nuestros males internos, de cualquier naturaleza, nos impiden presentarnos rotos ante Dios.
¡Señor, mi Roca y mi Redentor! El salmista ha sido redimido y colocado en un lugar seguro; esta remisión y recolocación sólo son posibles si alcanzan y transforman la conciencia espiritual del hombre y del siervo.
Oración:
Anhelo servirte, Señor, con todo mi corazón… límpiame… transfórmame… con el poder de tu palabra, poniendo en mis labios palabras agradables y en mi corazón la conciencia de fe y servidumbre.