«¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando» (Marcos 6:3-6)
Una lección difícil de aprender, cuando nos entregamos a Dios, es aceptar aquellas cosas que no podemos cambiar. Es un proceso gradual y que demanda de nosotros una especial maduración en carácter para entender una gran verdad: preocuparse, amargarse o resentirse por un hecho que no esté bajo nuestro control, no nos dará paz. Esa paz solo la encontraremos a través de la aceptación de tal acontecimiento como una obra del Señor en el propósito que tiene para nuestra vida.
Las escrituras de hoy nos muestran que Jesús entendió la necesidad de acometer ese cambio de perspectiva sobre las cosas que no estaban bajo su control. Aunque cautivó a sus oyentes en la sinagoga con verdaderas y proféticas palabras, el mensaje de Dios que pronunció en Nazaret, fue rechazado. Allí las personas solo lo veían como el hijo de un carpintero Nazareno local. Para ellos sólo era un hombre como los demás.
A pesar de reconocer su consternación por la incredulidad de la gente, Jesús aceptó con serenidad que no podía cambiar ni sus corazones ni sus mentes. Sin embargo, asumió también que tomaría cuenta de las cosas que si podía controlar y decidió orientar su acción hacia Jerusalén enviando en pares, a sus más cercanos discípulos, para dar testimonio de la grandeza y obra de Dios.
Aunque no siempre podemos controlar las cosas de la vida que afectan nuestro día a día, sí tenemos la posibilidad de elegir: o seguir dando vueltas en la angustia y resentimiento por esa situación que no controlamos, o cambiar de perspectiva y tomar decisiones sobre lo que si tenemos el pleno contro,l para progresar en el propósito al que el Señor nos ha llamado.
Hagamos como Jesús y obremos determinados hacia el camino de Dios, recordando que aquellas cosas que se escapan de nuestro control debemos solo dejarlas a disposición de su consuelo, su cuidado y su preocupación, que por nosotros es infinita e incondicional.
Es una cuestión de confiar en el Señor, y seguir adelante sabiendo, que Él todo lo puede y en cada circunstancia nos acompaña y fortalece.
Palabra diaria: Señor, concédeme la sabiduría para aceptar aquellas cosas que no puedo controlar, como parte del propósito de bien que tienes para mi vida. Dame la fortaleza para seguir adelante, sabiendo que me acompañas y me cuidas en cada paso que doy.