Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. (Juan 13:14)
¿Equipara usted el éxito con la riqueza, el aplauso y el poder? Si lo medimos por este patrón, entonces Jesús, quien fue rechazado por su sociedad, y que ni siquiera tuvo casa propia, fue un fracasado. Pero, por supuesto, sabemos que ese no fue el caso. Por eso, Dios usa algo distinto para definir el éxito. En efecto, la Biblia es precisa cuando dice que Jesucristo es nuestro ejemplo; debemos esforzarnos por ser como Él.
Entonces, ¿cuál fue exactamente la misión de nuestro Salvador? En el pasaje de hoy, vemos la respuesta por sus acciones: Él vino a servir. Los discípulos, que querían tener reconocimiento y recompensas, discutían sobre quién sería el más grande en el cielo. En cambio, Jesús se quitó su manto e hizo el trabajo del siervo más humilde: lavó los sucios pies de sus seguidores. Al día siguiente, el Dios Todopoderoso fue crucificado por su propia creación. Al permitir esto, ofreció la salvación a todos, incluso a quienes lo clavaron en una cruz.
Jesús merecía la gloria, pero eligió el sacrificio y el dolor. Y nos pide que sigamos su ejemplo. Con excepción de Judas, todos sus discípulos obedecieron. De hecho, todos enfrentaron grandes dificultades y casi todos murieron por su fe. Pero aceptaron gustosamente la senda de la humildad por lo que el Señor les había enseñado: “Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros” (Mt 20.16).
¿En qué invierte usted sus recursos y su tiempo? ¿Qué temas dominan sus pensamientos y su conversación? Estos son indicadores de las metas que impulsan su vida. Es posible que anhele el reconocimiento del mundo, pero Dios tiene un llamado superior para sus hijos.
Palabra Diaria: Señor, hoy acepto Tu llamado y Te pido madurez y disciplina para seguir Tu ejemplo, sirviéndote y siendo instrumento de Tu bien, en todo lo que me rodea.