Padre, me has hecho tu hijo por medio de tu Espíritu. En tu bondad, me adoptaste y me libraste del pecado y la muerte.
Recuérdame lo que significa ser tu hijo y estar libre de esa ley. Me resulta fácil vivir mi día según mis propios términos. Ayúdame a vivirlo bajo la luz de tu gracia.
Oro por mi familia y mis amistades. Ayúdalos a experimentar tu amor como su Padre y a sentir su herencia en tu Espíritu.
Gracias por aceptarme tal como soy, pero sin dejarme permanecer igual.
En el Nombre de Jesús, Amén.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Romanos 8:15)