Señor, eres Tú el gran médico, pues Tú creaste mi cuerpo, y puedes ciertamente repararlo y restaurarlo. Creaste mi mente y mi alma, y también las puedes reparar y restaurar. Eres el gran sanador, y no te atan las limitaciones de este mundo. Creo que puedes intervenir para vencer cualquier amenaza a mi vida, entre ellas la enfermedad: física, mental, espiritual o emocional. Oh Señor, tengo fe en que eres capaz de intervenir, pero a veces puedo caer en la duda de mi desesperación y angustia y ser engañado por el enemigo creyendo que no lo harás. Sin embargo, sé por tu Palabra que me amas lo suficiente como para morir por mí, y prometes que en la eternidad tendré sanidad total. Gracias. Estas dos promesas me dan lo que necesito para soportar y esperar que tu poder sanador me libere del dolor, del miedo, de la desesperanza y los sustituya por el gozo y la alegría de seguirte y contar con Tu presencia. Que sea paciente y confíe en que tú harás lo que es mejor en mi vida, Padre.
En El Nombre de Jesús, Amén.
Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. (Malaquías 4:2)