Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo. (Génesis 26:25)
Isaac se enfrentaba a dificultades. Abimelec lo persiguió por mentir, los filisteos taponaron sus pozos para obligarlo a moverse, e incluso después de que se mudara y cavara un nuevo pozo, alguien discutió con él al respecto. Pero con cada situación, evitaba el conflicto y trabajaba por la paz. Cuando todo parecía estar en orden, apareció el Señor. «No temas, porque yo estoy contigo; te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por mi siervo Abraham» (Gen. 26:24).
Eso debió hacer que Isaac recordara las veces que su padre le había hablado del Señor. ¿Qué le había enseñado Abraham? ¿Cómo se sintió Isaac acerca de este Dios que sostuvo el cuchillo de su padre y envió un carnero al sacrificio? ¿Recuerda que lo desataron y lo llevaron a casa? Este Dios le dio una maravillosa promesa de futuras bendiciones. Isaac reconoció esa promesa e invocó el nombre del Señor. Pero ¿Qué significó que Isaac «invocara» el nombre del Señor? Significó la magnitud del reconocimiento que Isaac le daba al Padre y a su poder como autoridad para hacer más de lo que podemos pedir o pensar.
Y es que al invocar el nombre del Señor, le das la alabanza que merece, reconociéndolo en toda su santidad, autoridad y gloria. Al hacerlo, te abres al poder y la bendición que él quiere introducir en tu vida.
Alaba a Dios todos los días, hazte dignos de Él actuando conforme a Su Palabra, y como Isaac, declara tu fidelidad invocando Su Nombre.
Palabra diaria: Señor, eres el Dios del universo y el Señor de mi vida. Gracias por acompañarme, guiarme y protegerme siempre. Reconozco Tu poder que logra imposibles y quiero ser digno de experimentarlo, siendo fiel y obedeciendo Tu Palabra.