(Lee al final el estudio un devocional de 2 Crónicas 19. Esperamos sea de bendición para ti.)
Resumen
El sentido de 2 Crónicas 19 trata de la reprimenda del profeta Jehú a Josafat a causa de su pecado. En el capítulo anterior vimos que al atardecer murió el rey Acab de Israel, mientras que su aliado Josafat, salvado por la misericordia de Dios, regresó a su hogar en paz en Jerusalén.
Resúmen de versículos
2 Crónicas 19
19:1,2 – En una ocasión, el profeta Hanani había reprendido al rey Asá por confiar en los sirios para derrotar a Baasa, rey de Israel (2 Cr. 16:7). Jehú, el hijo de Hanani, también profeta, se dirigió a Josafat en esta ocasión con una misión similar.
19:3,4 – Originalmente, la tierra de Israel se extendía desde Dan hasta Berseba (Jue. 20:1). Dan se refiere a la ciudad de Dan al norte del mar de Galilea, no a la tribu de Dan cerca de Judea. Sin embargo, tras la división en dos reinos, las montañas de Efraín se convirtieron en la frontera norte de Judá. Así pues, este versículo afirma que Josafat devolvió al pueblo de Judá una observancia más fiel de la alianza. Esto era admirable, pero también era una tarea básica de la monarquía davídica (2 Cr. 14:4; 15:9; 17:7-9). Josafat sólo estaba haciendo su trabajo.
19.5,6 – El papel de los jueces de Josafat difería del de los líderes heroicos que dirigieron Israel antes de la época de David (Qz 2.16). Los jueces que Josafat nombró sirvieron como funcionarios locales en las ciudades fuertes.
19.7 – El secreto del éxito en el desempeño de cargos públicos es un sano temor al SEÑOR, porque Él es el Juez supremo a quien los funcionarios deben rendir cuentas al final de todas las cosas.
19.8 – Los asuntos demasiado difíciles para los jueces locales o los que requerían apelación pasaban al tribunal supremo de Jerusalén, donde se sentaban los levitas, los sacerdotes y los jefes de familia.
19.9-11 – Como sumo sacerdote, Amarías (mencionado sólo en este contexto) tenía jurisdicción sobre todos los asuntos del Señor, es decir, los asuntos religiosos. Zebadías, príncipe de la casa de Judá (1 Re 4,7), reinaba en todos los asuntos del rey, es decir, los asuntos civiles.
Devocional:
Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho. (2 Crónicas 19:7)
Después de regresar «a su casa en paz» (v.1), Josafat se encontró con las palabras de reprimenda del profeta «Jehú hijo de Hanani» (v.2), el que había sido utilizado anteriormente por Dios para reprender a su padre. Le dijo: «¿Debes ayudar a los malvados y amar a los que odian al Señor?» (v.2). Josafat se había unido a Ajab no sólo en la batalla, sino que había establecido una alianza de resultados duraderos y desastrosos al permitir el matrimonio de su hijo Joram con Atalía, la hija de Ajab con Jezabel. Josafat demostró ser un hombre de buen corazón, pero también ingenuo cuando se trataba de relaciones.
No podemos confundir el principio bíblico de amar a nuestros enemigos con la falta de sentido de convertirnos en sus cómplices. No podemos confundir la compasión con la condescendencia. La compasión es ponerse en el lugar del otro, es sufrir juntos. La condescendencia, en cambio, según el diccionario, es «la actitud de quien está de acuerdo con algo, aunque quisiera rechazarlo». Josafat toleró las acciones de Ajab, aunque sabía que eran contrarias a la voluntad de Dios. Fue cómplice. Esto fue lo que provocó «la ira del Señor» (v. 2). Sin embargo, Josafat no sólo recibió una reprimenda, sino una admonición llena de misericordia: «Pero se han hallado cosas buenas en ti, porque has quitado de la tierra los postes de los ídolos y has puesto tu corazón a buscar a Dios» (v.3).
A partir de entonces, Josafat inició una nueva reforma en su reino, estableciendo jueces para juzgar al pueblo «de parte del Señor» (v.6). Al aceptar la reprimenda profética, trató de amonestar a las autoridades locales para que anduvieran en el «temor del Señor» (v.7). La Biblia dice que «el temor del Señor es sabiduría» (Job 28:28). Temer a Dios sería el sostén de la rectitud en el cargo de aquellos jueces. Y lo mismo ordenó Josafat a los levitas, sacerdotes y jefes de las familias de Israel: «Andad, pues, en el temor del Señor, con fidelidad e integridad de corazón» (v.9). Si el temor de Dios es sabiduría, entonces, si le tememos, hacemos lo que nos pide; si tememos a Dios, nuestra vida se rige por el «así dice el Señor»; si tememos a Dios, tenemos amor y compasión por nuestro prójimo, y no nos hacemos partícipes de sus pecados; si tememos a Dios, no levantamos falsos juicios contra nuestros semejantes; si tenemos temor de Dios, el Señor nos hace buenos (v. 11) tal como Él es.
Josafat actuó correctamente al consultar a un profeta de Dios antes de ir a la batalla, pero fracasó al aliarse con Ajab. Como está escrito: «No os unáis en yugo con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo puede haber entre la justicia y la injusticia? ¿Qué compañerismo de la luz con las tinieblas?» (2Co.6:14). Esto no significa que debamos vivir aislados del mundo, sino que tenemos la opción de rechazar lo que nos ofrece. Jesús ha escrito lo que debemos hacer para lograr este propósito: «He aquí, yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed perspicaces como serpientes y sencillos como palomas» (Mt.10:16). Entonces, amados, «haced así y no os haréis culpables» (v.10).
La primera voz angélica anuncia a voz en cuello: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio; y adorad a Aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de agua» (Ap.14:7). Muy pronto los jueces de esta tierra darán paso al Juez Justo, y Él no juzgará las acciones de nuestras manos, sino las intenciones de nuestro corazón. El principio presentado en el libro de Job, reforzado por Josafat y proclamado por la primera voz angélica, debería ser nuestra motivación y elección diaria: temer a Dios, «con fidelidad e integridad de corazón» (v.9). ¡Velemos y oremos!
¡Feliz Domingo, buenos hijos de Dios!
Oración:
Señor, que sepa distinguir siempre entre aquello que me aleja de Ti y aquello que rinde fruto en mi para Tu gloria, y que defienda siempre Tu verdad para adorarte y servirte de la manera en que, de mí lo esperas. En El Nombre de Jesús, Amén.