(Lee al final el estudio contextual resumido de este devocional. Esperamos sea de bendición)
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:15-16)
Jesús entiende nuestra fragilidad humana porque fue tentado en todo lo que somos, pero sin pecar. Por lo tanto, debido a que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo ante el Padre por nosotros, podemos acercarnos confiadamente al trono de Dios para recibir la gracia.
Dios ya ha hecho provisión para cada error humano, debilidad y fracaso. La salvación y el perdón continuo de nuestros pecados son dones que Dios nos otorga por nuestra aceptación de Su Hijo Jesucristo. En Él puedes encontrar el perdón por cada cosa mala que hagas.
Pero la gracia de Dios no significa que Él no lidia con el pecado en nuestras vidas. El pecado produce esclavitud y sufrimiento. Por eso Dios nos llama a arrepentirnos de nuestro pecado. Aunque Dios nunca nos condena, sí nos hace conscientes del pecado. Él trae convicción para que podamos arrepentirnos, cambiar nuestro comportamiento y encontrar la libertad en Cristo.
Gracias a Jesús podemos recibir el perdón, dejar a un lado las conductas pecaminosas y presentarnos confiadamente ante el trono de la gracia de Dios. Todas estas acciones son componentes esenciales de vivir en estrecha relación con Dios.
Incluso en nuestro mejor momento, cometemos errores. Vivir bajo condenación no nos ayudará a vivir una vida más santa.
Oración: Señor, que no me quede anclado a mis errores del pasado, ni por ellos viva en condenación, sino que me sustente en Tu perdón y sacrificio por mí y pueda salir adelante correspondiendo cada día ese amor infinito que nos demostraste en la cruz y siendo digno de Tu gracia y Tu misericordia perfectas.
Estudio Bíblico Contextual del Devocional de Hoy:
Tema del Capítulo – Hebreos 4
En Hebreos 4, el autor vuelve a destacar el descanso de Dios. Destaca que los hebreos que no lograron entrar, fracasaron porque el mensaje no encontró la fe necesaria en sus corazones y nos advierte que tengamos cuidado.
Para ello debemos tener presente el tiempo de Dios llamado «hoy». No es mañana ni ayer. Hoy es el momento oportuno para escuchar la voz del Señor.
Al decir esto, pasa a exaltar la palabra de Dios. La describe como una espada afilada de dos filos que penetra hasta lo más profundo de la división entre el espíritu y el alma. Lo declara con la intención de mostrar que no hay nada oculto a los ojos de nuestro Dios.
Por tanto, debemos reconocer nuestra debilidad humana y acercarnos a Cristo, nuestro sumo sacerdote, para recibir de él la gracia y la misericordia, porque él tiene misericordia de nosotros.
Esbozo de Hebreos 4:
4.1 – 6: El descanso de Dios
4:7 – 11: Debemos entrar en el descanso de Dios
4:12 – 13: La eficacia de la Palabra de Dios
4:14 – 16: Jesús nuestro Sumo Sacerdote
Comentario Bíblico – Hebreos 4:15-16
Nótese la finalidad propuesta: reposo espiritual y eterno; el reposo de gracia aquí, y el de gloria en el más allá; en Cristo en la tierra; con Cristo en el cielo. Después de la labor debida y diligente vendrá el reposo dulce y satisfactorio; el trabajo de ahora hará más placentero el reposo cuando llegue. Trabajemos y estimulémonos los unos a los otros a ser diligentes en el deber. Las Sagradas Escrituras son la palabra de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente, convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma que ha sido orgullosa por mucho tiempo; el espíritu perverso sea manso y obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma, estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada. Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas de muchos, los malos principios que los mueven, las finalidades pecaminosas para las cuales actúan. La palabra mostrará al pecador todo lo que hay en su corazón. Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas.