Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz. (Salmos 36:9)
Seamos buenos nadadores o no, una idea lógica sería nunca ponerse frente a la corriente en la dirección contraria, pues no tendríamos posibilidad de hacerle frente. De otro modo, seguirla e ir en su misma dirección nos garantizaría mantenernos a flote y sin agotar energías, dirigirnos a los cursos donde esta nos lleve.
Al honrrar a Dios y contar con su presencia en nuestras vidas, sabemos que siempre estaremos, sin importar la situación, del lado correcto de la corriente. Y es que El Señor nos mantendrá a flote en los rápidos y nos guiará siempre a aguas de reposo.
Las Santas Escrituras nos recuerdan que la misericorida de Dios y su amorosa bondad se renuevan «cada mañana» (Lamentaciones 3:22-23). Su misericordia no sólo aguarda por nosotros, sino que además es fresca, fluída y poderosa con cada nuevo día. Necesitamos entrar en la corriente del río de la vida de Dios, temprano en la mañana y aprender a flotar en el poder de su presencia.