La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. (Juan 14:27-28)
«Mi paz os doy» (Juan 14:27). Jesús pronunció estas sorprendentes palabras horas antes de su crucifixión. Su paz no depende de las circunstancias externas, sino que las trasciende. Aunque Él da su paz a cada creyente como un regalo, nuestra experiencia de ella está relacionada con nuestra fe en las siguientes verdades:
- Dios está en control de todo. Sin esta seguridad, el mundo es un lugar temible.
- Él me ama y me verá a través de cada circunstancia, no importa cuán difícil o dolorosa sea.
- Para tener la paz de Cristo, debo entregarle mi vida. Cuando me aferre a mis caminos y planes, experimentaré confusión.
- Tengo una perspectiva y comprensión limitada de mis circunstancias y los propósitos de Dios para permitirlas. Sus objetivos para mí son mayores que mi comodidad inmediata.
- El Señor promete resolver todas las cosas para mi bien. Él está continuamente trabajando para transformar mi carácter a la imagen de Cristo.
Debo vivir en sintonía con Dios, caminando en el Espíritu y confesando y arrepintiéndome rápidamente del pecado. - Las Escrituras son mi fundamento para la paz. Aumenta mi confianza en la bondad del Señor, me asegura que Él cumple sus promesas y me recuerda su soberanía sobre cada situación.
Lamentablemente, muchos cristianos viven toda su vida sin experimentar constantemente esta incomprensible paz. Tal vez la fe y la sumisión son los temas más desafiantes. Pero sólo cuando entreguemos el control de nuestras vidas a Cristo y confiemos en sus planes para nosotros, descubriremos un tranquilo descanso para nuestras almas.
Palabra diaria: Señor, enséñame a encontrar Tu paz, para que mi alma repose, sin importar la situación en la que me encuentre.