(Lee al final el estudio un devocional de Salmos 150. Esperamos sea de bendición para ti)
Salmo 150: Un alegre himno de alabanza y adoración
Introducción:
El Salmo 150, el último del Libro de los Salmos, es una expresión vibrante y gozosa de alabanza y adoración a Dios. Compuesto por el rey David, este salmo tiene un gran impacto entre los creyentes de todas las generaciones, pues encierra la esencia de la adoración y la celebración de la majestad y grandeza de Dios. En sólo seis breves versículos, el Salmo 150 sirve como recordatorio intemporal del poder y la belleza que se encuentran en la adoración sincera.
Versículo 1: La llamada a la alabanza
El salmo comienza con una invitación a alabar a Dios en Su santuario y en la extensión de Sus poderosos cielos. Esta llamada a la adoración se extiende a todas las personas, recordándonos que la alabanza no se limita a un momento o lugar concretos. Ya sea en las solemnes salas de un santuario o bajo el cielo abierto, el Salmo 150 subraya la naturaleza universal de la adoración.
Versículo 2: Los instrumentos de alabanza
David insta a utilizar instrumentos musicales para acompañar el acto de alabar a Dios. Se mencionan instrumentos como la trompeta, el arpa, la lira, el pandero, las cuerdas, la flauta y los címbalos, que simbolizan la diversidad de formas en que podemos adorar al Señor. Estos instrumentos sirven como metáfora de los diversos talentos y habilidades que poseemos, que pueden emplearse en la adoración para glorificar a Nuestro Padre Cestial.
Versículo 3: La expresión gozosa
El salmista insiste en la necesidad de una alabanza resonante, instando a emplear una música fuerte y exuberante. Esta expresión exultante de adoración es un testimonio de la alegría que llena el corazón de los creyentes cuando reconocen la grandeza de Dios. Nos recuerda que el culto no debe ser un deber mundano, sino una celebración vibrante y sincera de todo lo que El Señor es y representa en nuestras vidas.
Versículo 4: El motivo de la alabanza
El Salmo 150 destaca las razones para alabar a Dios. Declara que Dios es poderoso en Sus obras y sobrepasa todo entendimiento humano. Su grandeza y abundante poder merecen nuestra mayor alabanza. Este versículo subraya que la alabanza no es sólo un acto exterior, sino una respuesta a los sobrecogedores atributos de Dios.
Versículo 5: La llamada a alabar con todo nuestro ser
David subraya aún más la llamada a la alabanza proclamando que todo ser viviente debe unirse a la adoración. Esto incluye desde los seres celestiales hasta las criaturas de la tierra. Toda la creación es convocada a ofrecer su alabanza al Creador, lo que ilustra la naturaleza omnímoda del dominio de Dios y el significado universal de la adoración.
Versículo 6: Conclusión
El salmo concluye con la rotunda afirmación de que todo lo que respira debe alabar al Señor. Este versículo final encierra el mensaje central de todo el salmo: que la adoración es un privilegio y un deber para todos los seres vivos. Sirve como una poderosa exhortación a participar en la alabanza y adoración constantes al Señor
El Salmo 150 es una obra maestra poética que encierra la esencia de la adoración y la celebración gozosa de la grandeza de Dios. Llama a todos los pueblos, de todos los rincones de la tierra, a unirse en la alabanza. Con su llamada a utilizar instrumentos musicales y su énfasis en la expresión gozosa, este salmo nos recuerda que el culto no es un mero ritual, sino una respuesta vibrante y sincera a la naturaleza sobrecogedora de nuestro Creador. Sirve como recordatorio intemporal del significado universal de la adoración y del poder de la alabanza para acercarnos a Dios.
Devocional:
Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. (Salmos 150:1)
En hebreo, la palabra utilizada para alabar es aleluya. Esta palabra está en forma imperativa, lo que significa que alabar a Dios no es una sugerencia o una invitación, sino una orden para cada uno de nosotros. Al leer este salmo, vemos que esta alabanza que se nos ordena debe hacerse con energía, con voces, con danzas, con panderetas y con instrumentos de cuerda. Podríamos tener la tentación de pensar que si no sabemos bailar o tocar un instrumento estamos exentos de participar. Pero sólo hay un grupo que está excluido de la alabanza, y si tú encajas en este grupo, entonces siéntete libre de no participar. «¿Qué grupo?», preguntarás. Está implícito en el último versículo: «todo lo que respira». Así pues, si no respiras, puedes excusarte de alabar a Dios. Pero a todos los demás se les ordena que se unan, te apetezca o no.
En 1741, un desconocido músico de 57 años llamado George estaba arruinado y sumido en una grave depresión. Oyó que llamaban a la puerta. Era su amigo, un poeta desempleado y desconocido. El poeta compartió con George un poema que había titulado «Un oratorio sagrado». El poema era bueno; de hecho, era tan bueno que hizo que George se recluyera. Su familia empezó a preocuparse por él porque no abría la puerta. Le dejaban comida en el umbral de la puerta, pero la mayoría de las veces no la tocaba. A través de la ventana, vieron muchas veces a George saltar del piano, agitar las manos y gritar «Aleluya». Finalmente, al cabo de 24 días, George salió de su reclusión autoimpuesta y regaló al mundo su «Coro del Aleluya». George Frederick Haendel escribió El Mesías de Haendel tras experimentar personalmente la adoración y alabanza a Dios que proclamaba su obra. Haendel era un hombre de pocas palabras, pero más tarde escribió sobre la experiencia de escribir esta música con esta breve frase: «Creo que vi todo el cielo ante mí y al gran Dios mismo». Del poema de adoración y alabanza personal e íntima a Dios Todopoderoso de una persona dotada, surgió una obra maestra de alabanza que ha movido a generaciones desde entonces a unirse en la alabanza a Dios. «¡Aleluya!»
Oración:
Señor, te decimos, junto con innumerables creyentes a través de los pasillos del tiempo: ‘Aleluya’. Te ofrecemos nuestra sencilla alabanza a Ti, el Dios Altísimo. En El Nombre de Jesús, Amén.