«Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio» (Hechos 16:6-10)
Cuando me gradué, siempre tuve el proyecto de hacer carrera en una empresa, para escalar posiciones y ganar conocimientos prácticos en el área que había estudiado. Al culminar el programa y por la economía en crisis dentro del país, resultó difícil encontrar un puesto de trabajo en alguna organización y acepté la propuesta de dar clases en la universidad donde me había graduado.
A pesar de que mis planes personales nunca se dieron en el ámbito profesional en aquel momento, descubrí luego el gran potencial que tenía para explicar conceptos y transmitir conocimientos. Me encontré con esa verdadera vocación que reside en enseñar y ello me sirvió para desarrollar nuevas metas en función a ese extraordinario don de ayudar a aprender, que en el camino Dios puso frente a mí.
Siempre recuerdo esa gran lección de vida que de dicha experiencia Dios me ofreció: a veces queremos procurar descifrar la voluntad del Señor, pero en realidad estamos yendo en dirección opuesta. Él nos intenta dirigir, a pesar de nuestros esfuerzos, por seguir el camino que pensamos es el correcto y al final, si lo escuchamos con la suficiente atención y expresamos nuestra fe en su voluntad, llegamos hasta de manera inconsciente al destino que Él quería para nosotros y que de seguro era el necesario. Ese destino muy probablemente nos lleve a descubrir nuevas facetas de nosotros mismos y nos conduzca a situaciones de gran paz, que en otro curso de acciones, muy seguramente no hubiésemos podido experimentar.
Pablo sintió esa misma confusión de encontrarse sin rumbo de acción, ante los planes que pensaba correctos y los que Dios había establecido para él. En Asia menor como dicta la palabra “les fue prohibido por el Espíritu Santo” predicar el evangelio y bajo esa determinación, decidieron marcharse a Troas, donde el apóstol, descubrió que el Señor quería que predicara en Macedonia.
Cuando los planes que tenemos en mente no se materializan de inmediato, o cuando por otro lado esos planes se transforman en nuevos caminos que nunca pensamos, no olvides que tal vez el Dios está intentando guiarte y enseñarte el rumbo que rendirá mayor fruto para ti. Debes entonces estar dispuesto a aceptar Su voluntad y a ser sensible a Su guía para que de esa forma Él pueda utilizarte y bendecirte.
Recuerda, bajo la guía de Dios, encontramos la verdadera paz, que es aquella que reside en desear más su voluntad, que la nuestra.
Señor, cuando mis planes no marchen como espero, concédeme la serenidad para aceptar Tu voluntad y Tu guía, para abrirme a esos nuevos caminos que me guardas y que me llevarán a ser instrumento efectivo del propósito que tienes para mí.