Hechos hijos de Dios

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Palabra:

«A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;  los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1:10-13)

Recientemente observaba un documental sobre las tradiciones familiares de tribus en África. Una de sus costumbres era la posibilidad de acoger a aquellos jóvenes desahuciados que por alguna razón terminaban rondando sus tierras. La tradición los hacía por consiguientes parte de la familia y gozaban de los mismos derechos de los demás miembros de la tribu, con excepción de las reuniones de sangre, en las que como su nombre indica sólo podían estar presentes aquellos realmente con vínculos de consanguinidad.

La descripción de esas costumbres, me hizo recordar al pasaje vivido por Jesús en las escrituras de hoy. Cuando llegó a su pueblo, no fue recibido de la manera más acogedora, sino con un gran escepticismo. Sin embargo aquellos que si lo recibieron en su seno, obtuvieron el derecho de convertirse en hijos de Dios.

De la misma forma como con aquellos que aceptaron a Jesucristo en su llegada, los que decidimos aceptar al Señor en nuestro corazón y caminar junto a Él, establecemos un compromiso que nos gana el derecho de ser adoptados en su familia y en consecuencia pertenecer a ella. Como lo dicta la palabra: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16).

Por ello seamos cada día conscientes de ese maravilloso privilegio que significa ser hijos de Dios, sabiendo que bajo esa condición, no existen distinciones ni prejuicios, sino la voluntad que debe nacer y permanecer en nosotros, de edificarnos en su palabra y buscar cada día, madurar en nuestro carácter y en nuestra fe.

Oración:

Señor, gracias por concederme el privilegio de poder ser Tu hijo. Fortalece mi voluntad para cada día obedecerte y seguir con fe los caminos de bien, que se encuentra en Tu palabra. Amén.

Resumen de Capítulo Juan 1:

El primer capítulo del Evangelio de Juan, introduce a Jesucristo como el Verbo (Logos), quien es eterno y estaba con Dios desde el principio, y es Dios mismo. Este prólogo establece la naturaleza divina de Jesús y su participación en la creación del universo. Juan destaca que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y verdad, revelando a Dios a la humanidad.

Juan el Bautista aparece como el testigo enviado para preparar el camino al Señor, proclamando que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El capítulo también relata el llamado de los primeros discípulos de Jesús, quienes comienzan a seguirlo conmovidos por su autoridad e identidad mesiánica.

En resumen, Juan 1 es un capítulo fundamental que presenta a Jesús como la encarnación de la palabra divina, la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y el hijo de Dios que ofrece la posibilidad de convertirse en hijos de Dios a quienes creen en su nombre.

Referencias Cruzadas Juan 1:10-13.

Isaías 53:3

«Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue despreciado, y no lo estimamos.»

Lucas 19:14

«Pero sus ciudadanos le aborrecieron, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.»

Juan 3:19

«Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.»

Juan 11:52

«Y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.»

1 Juan 3:1

«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.»