¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? Mateo 7:3
Es posible que usted haya visto vídeos en internet de bebés que reciben su primer par de anteojos. Se quejan y luchan un poco mientras les ponen las monturas, pero casi al instante, se detienen y miran fijamente. Los rostros de sus padres, antes borrosos, se vuelven claros. Sus sonrisas nos dicen todo lo que necesitamos saber sobre el regalo de la visión.
De manera similar, la visión espiritual clara es vital para los creyentes, e implica aprender a ver como el Señor ve. Esto requiere un cambio en nuestra perspectiva, y el pasaje de hoy ofrece un modelo práctico para aprender a discernir con los ojos de Cristo: “No juzguéis” (Mt 7.1). La verdadera comprensión comienza con la conciencia de nuestros pecados para que podamos “sacar la viga” (Mt 7.5) de nuestro ojo y vernos a nosotros mismos y a los demás como lo que somos: hijos perdonados y amados.
Primero de Samuel 16.7 nos dice que Dios no ve como el hombre ve. Ver con los ojos de Cristo significa buscar más allá de las apariencias superficiales y pedir al Espíritu Santo que nos ayude a mirar el corazón de las cosas. Cristo veía a las personas: reconocía su quebrantamiento y buscaba el bien de ellas. Aprender a ver a los demás como Dios lo hace es el trabajo gozoso de toda una vida, y las recompensas por hacerlo son grandes.
Si quiere ver con claridad, pídale a Dios que le ayude a ver desde su perspectiva.
Señor, permíteme ver cada situación, con los ojos de Tu fortaleza y de Tu perfección, para que de esa forma encuentre la verdad de Tus planes para mi vida, y trabaje por concretarlos, para darte a Ti la mayor de las glorias. En El Nombre de Jesús, Amén.