En el verano de 2017, el huracán Harvey generó pérdidas devastadoras, tanto de vidas como de bienes, en el Golfo de México.
El dueño de una tienda de pianos en Maryland, Estados Unidos, se sintió impulsado a hacer algo: pensó en cómo podría la música brindar cierto alivio y sensación de normalidad a los que habían perdido todo. Entonces, comenzaron a restaurar pianos usados y a averiguar dónde había más necesidad. Esa primavera, Dean Kramer y su esposa Lois comenzaron el largo viaje hasta Houston, Texas, conduciendo un camión lleno de pianos para regalar a familias, iglesias y escuelas en la zona devastada.
A veces, suponemos que la palabra prójimo se refiere a alguien que vive cerca o que conocemos. Pero en Lucas 10, Jesús relató la parábola del buen samaritano para enseñar que nuestro amor a nuestros prójimos no debe tener fronteras. Aquel hombre de Samaria fue generoso con un extranjero malherido, aun cuando este era judío y pertenecía a un grupo que no tenía buena relación con los samaritanos (vv. 25-37).
Cuando le preguntaron a Kramer por qué había regalado los pianos, explicó: «Se nos dice que amemos a nuestros prójimos». Y Jesús afirmó que «no hay otro mandamiento mayor» que (Marcos 12:31) amar a Dios y a nuestro prójimo.