En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4.10-13
Aunque la carta de Pablo a los filipenses fue escrita durante un largo e injusto encarcelamiento, dicha epístola estaba llena de gozo. El apóstol nunca se quejó, culpó a otros, o sintió lástima de sí mismo —al contrario, se regocijaba en medio del sufrimiento porque conocía a Dios y confiaba en Él. Al mantener sus ojos fijos en el Señor en vez de en los problemas, Pablo era capaz de mirar más allá de sus cadenas para ver cómo la situación estaba siendo utilizada para enseñarle contentamiento.
Sé que es difícil cambiar nuestro enfoque en tiempos de dificultades agobiantes y de sufrimiento intenso. El dolor pide a gritos nuestra atención, y los problemas bombardean nuestra mente y emociones con ansiedad. Pero ahí es cuando más necesitamos sentarnos con las Sagradas Escrituras y derramar nuestro corazón a Dios. El Padre celestial nos invita a echar todas nuestras preocupaciones sobre Él porque Él tiene cuidado de nosotros (1 P 5.7).
¿Cree que Dios se preocupa por usted? Cada prueba que experimenta es una oportunidad para creer lo que la Biblia dice acerca del Señor, y mirar más allá de sus circunstancias su amorosa sabiduría y buen propósito. Y cuanto más aprenda a conocer a su Padre celestial, más contentamiento tendrá.
Señor, que rindiéndome a Tu voluntad, aprenda a que mis preocupaciones ya están en Tus manos, y que me librarás en Tu perfecto tiempo. De esa forma, aprenderé a mantener mi esperanza y mi carácter inquebrantable, en medio de cualquier dificultad. Ayúdame a lograrlo, Padre, En El Nombre de Jesús, Amén.