Versículo:
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. Santiago 4.7-10
Comentario:
Una de las cosas que nos resulta más difícil de soportar, es no tener control sobre nuestras propias circunstancias. Pero, como cristianos, así es justo como estamos llamados a vivir. Cristo lo dejó muy claro cuando dijo que debemos negarnos a nosotros mismos y perder nuestra vida por Él (Lc 9.23, 24). Él es ahora nuestro Amo y Señor, y ya no tenemos derecho a gobernarnos a nosotros mismos.
No obstante, no tenemos motivos para temer porque Dios es un gobernante bueno, sabio y amoroso sin límites. Además, si hacemos las cosas según nuestro propio criterio, cometeremos errores tontos y decisiones imprudentes. Por eso debemos deleitarnos en someternos al Señor, confiando en Él para que controle todos los aspectos de nuestra vida.
Rendirnos al Señor es un proceso de dos partes. La sumisión al Señor requiere resistir al diablo. Y acercarse a Dios requiere apartarse del pecado, purificar nuestro corazón y limpiar nuestra conducta. Si alguno de estos factores falta, entonces no nos hemos sometido de verdad al Señor como Él desea.
En vez de ver la sumisión como algo negativo, debemos reconocerla como algo que nos genera una ganancia eterna. Si nos humillamos ante Dios, Él promete exaltarnos.
Oración:
Señor, me rindo a Tu voluntad, a Tus planes y a Tus designios para mi vida. Que se haga siempre aquello que deseas para mí, aún cuando muchas veces, me encuentre con pruebas y desafiós. Sé que de todo ello, deseas mi crecimiento y sé que junto con la prueba me darás también la salida. En El Nombre de Jesús, Amén.