Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel. 1 Reyes 18.17-39
Dios nos ha dado el privilegio de venir a Él con todas nuestras peticiones y preocupaciones. Y su Palabra nos dice que las oraciones de una persona justa pueden lograr mucho (Stg 5.16). ¿No es eso lo que todos deseamos?
Elías es un buen ejemplo de alguien que oraba de manera eficaz. Entró en un conflicto espiritual con los adoradores de Baal para demostrar a Israel que el Señor era el único Dios verdadero. La petición de Elías se basó en su conocimiento de la supremacía del Señor y del entendimiento de su voluntad. Cuando el profeta oró, Dios respondió poderosamente la petición.
Para tener una vida de oración eficaz, primero debemos haber sido justificados por medio de la fe salvadora en Jesucristo. Antes de la redención, éramos pecadores bajo la condenación de Dios (Ef 2.1-3). Pero en Cristo, somos hechos nuevos y declarados justos ante sus ojos (Ef 2. 4-6).
Para que nuestras peticiones sean eficaces, ellas deben coincidir con la voluntad de Dios (1 Jn 5.14, 15). Conocer el carácter y las prioridades de nuestro Padre celestial es la clave para tener una vida de oración poderosa. A medida que crecemos en nuestro conocimiento de Él, nuestras peticiones se alinearán cada vez más con sus planes.
Señor, que mis deseos estén siempre sometidos a Tu voluntad. Que priven siempre Tus planes en mi vida, por encima de aquello que yo piense que es lo correcto, pues Tu sabes y sabrás siempre, Padre, lo que es mejor para cada uno de Tus hijos. En El Nombre de Jesús, Amén.