Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Hechos 2:38-39
Todos fallamos. Los creyentes, algunas veces, no vivimos como lo enseña la Biblia, y nos perdemos del gozo y la paz que Cristo prometió. ¿La razón? No reconocemos la necesidad de vivir en el Espíritu. En Pentecostés, el Espíritu de Dios vino a morar en los creyentes. Es un don que nos bendice de muchas maneras. Consideremos lo que hace. El Espíritu Santo…
Nos muestra nuestro pecado (Jn 16.8).
Nos regenera. Como creyentes, somos nuevos en Cristo (2 Co 5.17).
Nos sella como hijos del Todopoderoso (Ef 1.13).
Nos enseña, dirige y da poder (Jn 14.26).
Nos da dones y nos capacita para hacer la obra que Dios ha dispuesto para nosotros (Ef 2.10; para una lista de dones espirituales, véase también 1 Co 12).
Da fruto a través de nosotros (Ga 5.22, 23).
Cuando somos obedientes a lo que Dios nos llama a hacer, podemos verle obrar de maneras poderosas. Todos estos beneficios están disponibles para cualquier persona que siga al Señor Jesús, pero podemos perderlos al intentar vivir con nuestras propias y escasas fuerzas.
Recuerde que la vida cristiana consiste en que Cristo vive en y a través de nosotros por el poder del Espíritu Santo que habita en nuestro interior.
Señor, gracias por el don del Espíritu Santo que habita en mí. Ayúdame a vivir en plena obediencia y dependencia de tu Espíritu, reconociendo mi necesidad constante de tu guía, poder y enseñanza. Que tu Espíritu obre poderosamente a través de mí, produciendo frutos que glorifiquen tu nombre. Amén.