Versículo:
Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Y su grandeza es inescrutable. Salmos 145:1-3
Comentario:
Dios describió a David como un hombre conforme a su corazón, que haría su voluntad (Hch 13.22). ¿Cómo es eso? ¿Cómo podemos saber si esto nos caracteriza?
La respuesta se encuentra en los salmos de David. El Señor era la prioridad de su vida y el objeto de su confianza y adoración. Su amor por Dios se desbordaba en sus palabras de alabanza. De hecho, esta descripción se aplica a cualquiera cuyo corazón se asemeje al del Señor.
En el Salmo 63.3, David dijo: “Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán”. ¿Ve usted a Dios de la misma manera? ¿Lo ama con el mismo entusiasmo, sin avergonzarse, que exhibía David? Por supuesto, algunas personas son más propensas a las demostraciones fervientes de adoración que otras, pero nuestros corazones deberían estar motivados por el mismo tipo de amor y devoción.
El Señor es digno de alabanza. Él es nuestro Rey, Protector y Refugio. Es más, ¡nos salvó de la condenación y de la muerte eterna! Ya que Dios merece recibir ofrendas de alabanza de su pueblo, démosle la gloria que le pertenece con toda justicia.
Oración:
Señor, te alabo y reconozco tu grandeza. Como David, quiero que mi vida esté centrada en ti y que mis palabras sean un reflejo de mi amor y devoción hacia ti. Tu misericordia es más preciosa que la vida misma, y por eso te doy gracias con todo mi corazón. Eres mi Rey, mi Protector y mi Refugio en cada momento. Que mi vida sea un continuo testimonio de tu bondad y amor, y que nunca me avergüence de alabarte. Te doy la gloria que solo tú mereces. En el nombre de Jesús, amén.