¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?. Lucas 18.1-8
Uno de los aspectos más difíciles de la oración es la perseverancia. No solo suelen fracasar nuestros compromisos de ser más constantes, sino que nuestra voluntad de seguir pidiendo al Señor también tiende a disminuir con el tiempo cuando no se obtienen respuestas. Pero la promesa de Dios de responder las oraciones de sus hijos ha demostrado ser verdadera, aunque no veamos los resultados tan pronto como esperábamos.
El Señor, que es soberano sobre el cielo y la Tierra, hace todo según sus propósitos. Con nuestro limitado entendimiento humano, no siempre sabemos si nuestras peticiones se ajustan al plan o al tiempo de Dios. Pero ya sea que Él conceda o no nuestras peticiones, podemos estar seguros de que su manera y su tiempo son siempre los mejores y para nuestro bien.
En la espera el Señor realiza la obra espiritual en nuestra vida, preparándonos para confiar en Él en las demoras, a descansar en su sabiduría para decidir lo mejor y a perseverar en la oración como Él manda. Exigir respuestas inmediatas a nuestras peticiones sería actuar como niños espirituales. La capacidad de esperar es una señal de madurez, y eso es lo que Dios desea para nosotros. Así que, siga orando, sea paciente y persevere porque, en el proceso, se estará volviendo más como Cristo.
Señor amado, te agradezco por tu sabiduría y tu perfecto plan para mi vida. Enséñame a perseverar en la oración, confiando siempre en tu voluntad y en tus tiempos, aunque no vea resultados inmediatos. Ayúdame a entender que cada momento de espera es una oportunidad para crecer en fe, paciencia y madurez espiritual. Que nunca me falte la confianza en tu bondad, sabiendo que tú siempre obras para mi bien. Hazme más como Cristo, aprendiendo a depender de ti en todo momento. En el nombre de Jesús, amén.