Mateo 12: El Señor del Sábado y Confrontaciones con los Fariseos
Jesús y el Sábado (Mateo 12:1-14)
Cristo y sus discípulos son criticados por los fariseos por arrancar espigas en sábado. Él les responde citando ejemplos bíblicos y declarando: «El Hijo del Hombre es Señor del sábado» (Mateo 12:8). Luego, en la sinagoga, Jesús sana a un hombre con la mano seca, enfrentando nuevamente a los fariseos. Cristo afirma que es lícito hacer el bien en sábado, pero los fariseos comienzan a planear cómo matarlo.
El Siervo Escogido de Dios (Mateo 12:15-21)
Jesús se retira y sana a muchos, pidiendo que no lo den a conocer. Mateo cita la profecía de Isaías sobre el siervo escogido de Dios, mostrando cómo Cristo cumple esta profecía con su ministerio de compasión y justicia.
Cristo y Beelzebú (Mateo 12:22-37)
Después de sanar a un endemoniado ciego y mudo, los fariseos acusan a Jesús de expulsar demonios por el poder de Beelzebú. Cristo refuta esta acusación con lógica, declarando: «Si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido» (Mateo 12:26). Advierte sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo, el único pecado imperdonable.
La Señal de Jonás (Mateo 12:38-45)
Algunos escribas y fariseos piden una señal a Cristo. Él responde que la única señal será «la señal del profeta Jonás» (Mateo 12:39), refiriéndose a su futura muerte y resurrección. Jesús advierte sobre el peligro de la recaída espiritual usando la parábola del espíritu inmundo que regresa.
La Familia de Cristo (Mateo 12:46-50)
El capítulo concluye con la enseñanza de Jesús, sobre la constitución y naturaleza de la verdadera familia espiritual: «Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre» (Mateo 12:50), enfatizando la importancia de la obediencia a Dios por encima de los lazos familiares.
Versículo clave de Mateo 12:
«Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.» Mateo 12:37
Este versículo es clave porque subraya la importancia de nuestras palabras, que no solo reflejan lo que hay en nuestro corazón, sino que también tienen poder para influir en nuestra relación con Dios. Jesús nos advierte que nuestras palabras, sean para bien o para mal, tienen consecuencias eternas. Este versículo nos recuerda la responsabilidad que tenemos de hablar con integridad, verdad y amor. Las palabras tienen el poder de construir o destruir, de justificar o condenar, y son un reflejo de nuestra fe y carácter.
Este pasaje nos enseña a ser conscientes de lo que decimos, buscando siempre que nuestras palabras reflejen la gracia y el amor de Dios.
Oración:
Señor, te pedimos que pongas en nosotros palabras llenas de vida, amor y verdad. Ayúdanos a controlar nuestra lengua, para que lo que salga de nuestros labios sea agradable a tus ojos. Que nuestras palabras reflejen tu bondad y sean usadas para edificar a otros y glorificar tu nombre. Enséñanos a hablar con sabiduría y a ser conscientes del poder de cada palabra que pronunciamos. En El Nombre de Jesús, Amén.