Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen? Mateo 8:26-27
Muchas personas en el mundo —tal vez incluso usted— se enfrentan a terribles tormentas. Los hogares rotos, el desempleo, la soledad, las pérdidas, las dificultades económicas y las crisis mundiales rompen el tejido mismo de la esperanza. Algunos incluso se sienten perdidos, a la deriva en un bote pequeño durante un huracán. Y muchos se preguntan: ¿Cómo podremos llegar sanos y salvos a la orilla?
Los discípulos también se enfrentaron a este temor. Mientras cruzaban el mar de Galilea en su barca, el tiempo dio un giro aterrador. Desesperados, despertaron al Señor Jesús y gritaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mt 8.25). Él los reprendió por su falta de fe y calmó la tormenta, mostrándose Señor de toda la creación.
Esta historia nos enseña a dónde debemos dirigirnos cuando surgen tormentas en nuestra propia vida. A veces la gente interpreta los acontecimientos desafiantes como una indicación de que Dios no está prestando atención. Eso pensaron los discípulos hasta que Cristo calmó las aguas turbulentas. Pero incluso cuando el mundo parezca fuera de control, recuerde que el Señor Jesús está en la barca con usted y que sigue siendo el Señor de todo lo que existe.
Amado Señor, en medio de las tormentas de la vida, venimos ante Ti buscando refugio y paz. Gracias porque aun en los momentos de mayor miedo y desesperación, Tú estás en nuestra barca, calmando las olas de la dificultad con tu poder y soberanía. Fortalece nuestra fe para que, en lugar de temer, podamos confiar plenamente en tu presencia. Ayúdanos a recordar que, aunque todo a nuestro alrededor parezca fuera de control, Tú sigues siendo el Señor de toda creación. En Ti encontramos calma, esperanza y dirección. En el nombre de Jesús, amén.