Versículo:
No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán. Salmos 37:1-2
Comentario:
Nos encanta la promesa del versículo 4 del pasaje de hoy: Dios “te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal 34.4). Lamentablemente, cuando nos centramos solo en recibir regalos, pasamos por alto el contexto del salmo, es decir, que se necesita nuestra cooperación.
El primer requisito para recibir las peticiones de nuestro corazón es que nos deleitemos en Dios (Sal 34.4). Su prioridad máxima es nuestra relación con Él. Debemos deleitarnos en tener comunión con el Señor y servirle, y con el tiempo comenzaremos a pensar como Él.
El segundo requisito de esta promesa es que nos comprometamos con su plan (Sal 34.5). Encomendar el camino a Dios reestructura los deseos de nuestro corazón hasta que se parezcan a los suyos. Ahora bien, a veces lo que Dios nos da se ve diferente a lo que pedimos. Pero Él siempre responde a nuestras súplicas según su conocimiento infinito y su gran amor. Él concede la mejor respuesta a nuestra oración, ya sea lo que pidamos o no.
Recuerde que Dios quiere conceder nuestras peticiones, pero lo que más anhela es relacionarse con nosotros. Ver cumplidos los deseos de nuestro corazón es solo un subproducto de deleitarnos en Él. La verdadera recompensa es una relación con el Dios que se ofrece a pasar tiempo con la humanidad.
Oración:
Señor, gracias por recordarme que mi verdadero deleite está en ti y no en las cosas de este mundo. Ayúdame a buscar primero tu presencia y a confiar en tu plan, sabiendo que tus respuestas siempre son perfectas, aunque no se parezcan a mis deseos. Dame un corazón comprometido con tus caminos, y que mi mayor anhelo sea vivir en tu voluntad y amarte sobre todas las cosas. Guíame para que mis pensamientos y deseos se alineen con los tuyos, y que mi satisfacción siempre provenga de estar cerca de ti. En El Nombre de Jesús, Amén.