Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. Lucas 2:29-32
Hoy en día somos bastante impacientes. Si usted no está de acuerdo con esto, solo piense en la última vez que calentó una comida en el microondas. ¿Esperó tranquilamente durante esos pocos minutos, o se quedó allí atento al sonido de la alarma del microondas?
No es de extrañar que la Biblia incluya tantos ejemplos de paciencia piadosa. Una y otra vez, el Padre celestial hizo promesas a sus hijos, solo para hacerles esperar años, a veces décadas, para que ellas se cumplieran. Sin embargo, el resultado de esa paciencia siempre fue una bendición.
Piense en cuánto tiempo esperó Simeón para ver a Cristo, para sostener al niño Jesús en sus brazos y profetizar sobre Él. Durante muchas décadas veló, aferrándose con firmeza a la promesa de que no moriría antes de ver al Salvador (Lc 2.26). Imagínese lo que fue esperar día tras día una bendición tan asombrosa. A algunas personas les habría resultado difícil seguir creyendo en la promesa, pero Simeón no vaciló. Y su recompensa fue realmente grande.
Los atajos rara vez nos llevan a donde Dios quiere que estemos. El camino largo, sin embargo, ha sido tomado por innumerables siervos fieles. Así que, si usted está esperando al Señor hoy, anímese porque no es el único.
Padre celestial, gracias por enseñarme a esperar en tus promesas. A veces, la paciencia parece difícil en un mundo tan acelerado, pero sé que tus tiempos son perfectos. Ayúdame a confiar en ti, así como Simeón lo hizo, sin vacilar. Dame la fe y perseverancia necesarias para sostenerme en la espera, recordando que tus promesas son seguras y siempre traen bendición. Que mi corazón se llene de esperanza mientras camino a tu lado, confiando en que tus planes son para mi bien y tu gloria. En El Nombre de Jesús, Amén.