Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Juan 11:21-22
Cuando nos enfrentamos a una necesidad urgente, nuestras oraciones se vuelven fervientes y nuestro deseo de tener una respuesta rápida se intensifica. Parece que, si el Señor no interviene pronto, podría suceder lo que tememos. Y sin una respuesta detectable de Dios, podemos sentir como si a Él no le importara; pero las Sagradas Escrituras nos aseguran que sí (1 P 5.7).
Esto pudo haber sido lo que sintieron María y Marta después de pedirle al Señor Jesús que viniera a sanar a su hermano Lázaro. Sabían que el Señor los amaba, pero cuando no se presentó a tiempo, su dolor se impuso sobre su fe. Ambas mujeres expresaron su decepción: “Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Jn 11.21, 32).
Todos hemos dicho o pensado algo parecido cuando Dios no ha respondido nuestras oraciones tal como esperábamos. Pero, a diferencia de María y Marta, sabemos por las Sagradas Escrituras que el propósito de Dios en todas sus decisiones para nosotros es su propia gloria (Jn 11.4). Su objetivo no es infligir dolor innecesariamente, sino dejar que la vida de Cristo brille a través de nosotros en las dificultades, afianzar nuestra confianza en la bondad del Señor y fortalecer nuestra confianza en su amorosa soberanía. Su gloria es para nuestro bien, y por esta razón podemos regocijarnos.
Señor, enséñame a confiar en Tu tiempo y en Tus propósitos, aun cuando no entienda lo que estás haciendo. Ayúdame a recordar que Tu amor y Tu gloria se manifiestan incluso en las demoras y en los momentos de prueba. Que mi fe no flaquee ante la incertidumbre, sino que se fortalezca en la certeza de que Tú siempre tienes el control. Dame paciencia para esperar y la paz que solo Tú puedes dar. En el nombre de Jesús, Amén.