Versículo:
Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; Ni anduve en grandezas, Ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he comportado y he acallado mi alma Como un niño destetado de su madre; Como un niño destetado está mi alma. Salmos 131:1-2
Comentario:
Piense en la última vez que usted entró a una sala de juegos o a un parque temático. ¿Cómo fue la experiencia? Probablemente mil cosas compitieron por su atención, entre ellas las luces brillantes, la música y los pasillos abarrotados. Con toda probabilidad, era difícil concentrarse (e imposible tener una conversación).
A veces, la vida cotidiana también puede sentirse así: hay demasiada información y poco tiempo para procesar todo lo que está sucediendo. ¡No es de extrañar que nos resulte difícil escuchar el “silbo apacible y delicado del Señor” (1 R 19.12)! El Señor Jesús enfrentó este mismo problema, y por eso se aseguraba de alejarse y pasar tiempo con su Padre (Mr 1.35).
El Salmo 46.10 nos llama a la quietud: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”. Para disfrutar de esta paz interior continua, debemos hacer pausas periódicas en todo y dejar que nuestra alma se dé cuenta de la presencia del Espíritu Santo. En la lectura de hoy, David describió eso como un “niño destetado” en perfecto descanso en los brazos de su madre.
Bajar el ritmo puede ser difícil, pero experimentar la serenidad y el descanso que Dios proporciona es un regalo que vale la pena buscar.
Oración:
Señor, en medio del ruido y las distracciones de la vida, ayúdame a encontrar descanso en Ti. Enséñame a aquietar mi alma como un niño en los brazos de su madre, confiando plenamente en Tu amor y cuidado. Que en la quietud de Tu presencia encuentre fortaleza, paz y dirección. Líbrame de la ansiedad y del afán, y haz que mi corazón repose en Tu fidelidad, recordando que Tú eres Dios y que en Ti está mi descanso verdadero. En El Nombre de Jesús, Amén.