Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:5-7
¿De dónde viene la fe? En última instancia, es un don de Dios, pero la Biblia señala una y otra vez el valor de una vida fiel. Un ejemplo es el discípulo del apóstol Pablo, Timoteo, cuya madre y abuela eran fuertes modelos de fe.
No sabemos nada de Loida o de Eunice más allá de la mención de ellas en 2 Timoteo 1.5. Ellas son probablemente la razón por la que el joven ministro había conocido toda su vida “los escritos sagrados” ; de estas devotas mujeres, en otras palabras, había recibido “la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Ti 3.15 NVI).
Pero ¿qué hay con aquellos de nosotros sin un legado como el de Timoteo? Pablo también se refirió a eso, diciendo que Dios “nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús” (2 Ti 1.9).
Al igual que Timoteo, aquellos de nosotros con padres consagrados, disfrutamos del fruto de su fidelidad. Pero si usted es el primer creyente en su familia, entonces está creando un legado de fidelidad para las generaciones futuras. Eso es lo que Pablo encarga a Timoteo: que enseñe y “encargue… a personas fieles” (2 Ti 2.2). Y también es nuestro deber. Si guardamos y transmitimos este tesoro, nuestros seres queridos, por la gracia de Dios, seguirán transmitiendo la fe.
Señor, gracias por la fe que me has dado y por aquellos que han sido instrumentos de Tu gracia en mi vida. Ayúdame a ser un ejemplo de fidelidad, transmitiendo Tu verdad con amor y convicción a quienes me rodean. Que mi testimonio inspire a futuras generaciones a seguirte con pasión y entrega. Fortaléceme para guardar Tu palabra en mi corazón y compartirla con sabiduría, confiando en que Tú eres quien obra en cada vida. Que Tu luz brille a través de mí. En El Nombre de Jesús, Amén.