«Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios» (1 Reyes 19:4-8)
El mundo en el que vivimos, ha cambiado estrepitosamente. Ha ido evolucionando como envuelto en un gran apuro y ello ha traído consigo una presión extra para mantenerse a su mismo ritmo, siguiéndole el paso, creando en nosotros un sentido de urgencia, que muy probablemente antes no existía.
En Cristo somos llamados a calmar nuestro paso, a disminuir el ritmo vertiginoso que el mundo actual nos impone, a reservar siempre el tiempo primordial de encuentro con Dios, en oración y estudio de Su Palabra. Somos llamados al necesario descanso que nos permitirá refrescar cuerpo, mente y espíritu para respaldar al Señor en su propósito.
Ante la velocidad del día a día, guarda un tiempo para la pausa; recuerda que vivir para Dios empieza por aprender a descansar en Él.
Vivir para Dios empieza por aprender a descansar en Él.
Palabra Diaria: Señor, permíteme descansar hoy mi cuerpo físico, mi mente y mi espíritu en la certeza de que Tus ojos se encuentran observando cada paso que doy y de que Tus brazos me sostendrán ante cualquier adversidad que pueda enfrentar.