Cierta noche, un hombre vino a nuestra casa y me dijo:
– Hay una familia con ocho niños. No han comido durante días.Tome algunas provisiones y fui a verlos.
Cuando llegue con esa familia, vi las caras de los niños desfiguradas por el hambre. No se reflejaba ninguna aflicción ni tristeza en sus caras, solo el profundo dolor del hambre.
Le ofrecí arroz a la madre. Ella dividió el arroz en dos y salio, llevando consigo la mitad. Cuando regreso, le pregunte:
– A donde fue? -ella me dio esta simple respuesta:
– Con mis vecinos, ellos también tienen hambre!
… No me sorprendió su acción, porque la gente pobre realmente es muy generosa. Pero si estaba sorprendida de que supiera que también ellos tuvieran hambre.
Por regla general, cuando nosotros somos los que estamos sufriendo, nos enfocamos en nuestras necesidades y no tenemos tiempo para los demás.
Si miramos más allá de nuestras propias necesidades, para dentro de nuestras circunstancias, dar a aquellos que nos rodean, estaremos retribuyendo a Dios, y a aquellos que ayudamos, un pedacito del inmensao amor con que Él nos premia, todos los días.
Lucas 10:27
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y á tu prójimo como á ti mismo.