(Lee al final el estudio un devocional de Cantares 2. Esperamos sea de bendición para ti)
Cantares 2: Poesía a la dulzura del amor
El segundo capítulo de Cantares continúa la exquisita oda al amor que se teje entre dos amantes. En este pasaje, la poesía despliega la belleza de la naturaleza como telón de fondo y metáfora del creciente y apasionado romance. Los amantes intercambian cumplidos y expresan su anhelo mutuo con una dulzura que capta la esencia del amor joven y vibrante.
La Autodefinición de la Amada y la Admiración del Amado (Cantares 2:1-2)
La amada se describe a sí misma como una flor de los valles, humilde pero hermosa, a lo que el amado responde comparándola con un lirio entre espinas, destacando su singular belleza entre los demás (Cantares 2:1-2).
La Seguridad en el Amor y la Alegría del Encuentro (Cantares 2:3-6)
Bajo la sombra del amado, la amada encuentra deleite y protección; su amor es como un banquete fragante y reconfortante (Cantares 2:3). Ella se regocija en su presencia, y su anhelo se hace tangible cuando pide que la sostenga con su mano izquierda y que su mano derecha la abrace, una imagen de cercanía y ternura (Cantares 2:4-6).
La Invitación a la Paciencia y la Promesa de Fidelidad (Cantares 2:7)
La amada hace un llamado a no despertar el amor hasta que este lo desee, una advertencia poética sobre la paciencia y el respeto al ritmo natural del amor, presagiando su profundidad y compromiso (Cantares 2:7).
La Llegada del Amado y la Invitación al Gozo (Cantares 2:8-13)
La llegada del amado es anunciada con una vitalidad que evoca la primavera, saltando sobre las montañas y colinas. La amada lo invita a disfrutar juntos la estación donde la tierra se renueva y el amor florece (Cantares 2:8-13).
El Encuentro y la Petición de la Amada (Cantares 2:14-15)
La amada le pide a su amado que escuche su voz y la vea, pues ella es como una paloma escondida en la grieta de una roca. Además, le pide que capture las zorras que pueden arruinar su viñedo en flor, una metáfora de los pequeños problemas que podrían interferir en su relación (Cantares 2:14-15).
La Afirmación del Amor y su Inmutabilidad (Cantares 2:16-17)
Concluyendo el capítulo, la amada declara que su amado es suyo y ella es suya, una afirmación de pertenencia mutua y amor compartido. El capítulo se cierra con una dulce petición de la amada para que su amado sea como una gacela o un joven ciervo, ágil y libre, hasta que el día se esfume y las sombras huyan (Cantares 2:16-17).
Cantares 2 profundiza en la relación amorosa con una mezcla de vulnerabilidad y fuerza, donde el deseo y la paciencia juegan un baile armonioso. La naturaleza sirve como un espejo rico y vibrante de su amor, reflejando la pasión a través de la renovación primaveral y la belleza del jardín en el que florece su romance. Hay un reconocimiento suave pero poderoso de la exclusividad y la entrega mutua en la relación, marcando cada verso con la promesa de un amor que es tanto íntimo como expansivo. Cantares 2 es, en esencia, un canto al amor que espera y al amor que satisface, al amor que es fiel y al amor que renueva.
Versículo clave de Cantares 2:
«Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.» (Cantares 2:7)
Este verso se interpreta comúnmente como una advertencia o un consejo de la amada, dirigido a las «hijas de Jerusalén», un coro o grupo de mujeres que actúan como observadoras de la relación amorosa central del poema. La amada utiliza la imagen de las gacelas y las ciervas, animales que son símbolos de belleza y gracia en la antigüedad, para hacer su juramento más poético y enfático.
El llamado a no despertar el amor hasta que este lo desee tiene varias interpretaciones:
Temporalidad: Sugiere que el amor tiene su propio tiempo y no debe ser forzado o apresurado. Debe permitirse que el amor surja y se desarrolle a su propio ritmo, de manera natural y orgánica.
Madurez: Puede interpretarse como un reconocimiento de que el amor maduro y verdadero requiere paciencia y no debe ser precipitado por emociones pasajeras o deseos inmediatos.
Santidad del Amor: Algunos comentaristas ven en este verso un respeto hacia la santidad del amor, que no debe ser perturbado hasta que esté listo para manifestarse plenamente. En un contexto espiritual o religioso, esto podría significar esperar la bendición o el momento adecuado según los designios divinos.
Anticipación y Deseo: Esta línea también puede realzar la anticipación y el deseo que preceden a la consumación del amor. El amor es algo tan precioso que debe ser esperado con reverencia, aumentando así el anhelo y la pasión entre los amantes.
Protección del Amor: Finalmente, puede leerse como una forma de proteger el amor de influencias externas o internas que podrían despertarlo prematuramente o dañarlo.
La repetición de este consejo en el Cantar de los Cantares subraya la importancia de la paciencia y el tiempo adecuado en las relaciones amorosas, así como la profundidad y seriedad con las que la amada considera su vínculo con el amado. La poesía aquí nos invita a considerar el amor como un proceso sagrado que florece en su debido momento, no a través de la urgencia, sino a través de un cuidadoso cultivo emocional y espiritual.
Oración: