(Lee al final el estudio un devocional de Deuteronomio 4. Esperamos sea de bendición para ti.)
Deuteronomio 5 habla de los diez mandamientos. Así que Moisés repitió los mandamientos básicos de la alianza, que eran los principios por los que debía vivir la nación (Deuteronomio 5:6; 11:32). Y dio aplicaciones detalladas de estos principios, ya que afectaban a la vida diaria y a los ejercicios religiosos del pueblo (Deuteronomio 12:1; 26:19).
Según la antigua costumbre, cuando se renovaban los pactos, se podían hacer ajustes para actualizar las leyes. En esta ocasión, Moisés hizo frecuentes ajustes y explicaciones en vista de la nueva forma de vida en la que los israelitas estaban a punto de entrar.
Ya no eran una vasta multitud de viajeros que se desplazaban por el desierto, sino que estaban a punto de convertirse en una nación de colonos permanentes en un país agrícola y próspero.
Estas enmiendas a las leyes de Israel no significaron que la religión que se les dio en el Sinaí fuera alterada. Los principios siguieron siendo los mismos, pero su aplicación se ajustó a las diferentes condiciones de Canaán.
Los diez mandamientos
La renovación del pacto comenzó al estilo de los antiguos documentos de pacto, nombrando a las dos partes del pacto y describiendo la relación entre ellas. También se indica el lugar y la hora del anuncio de Moisés. Muchas de las personas allí reunidas eran jóvenes cuando se hizo el pacto en el Sinaí, y podían recordar los terribles acontecimientos de la época (Deuteronomio 4:44; 5:5).
Moisés repitió los diez mandamientos que Israel había prometido cumplir como parte del pacto. Estos mandamientos fueron la base de todas las leyes posteriores de Israel (Deuteronomio 5:6-22; véanse los versículos en Éxodo 20:1-17).
Diez breves mandamientos fueron suficientes para convencer al pueblo de que eran pecadores que no podían estar en la presencia de un Dios santo y vivir. Por eso pidieron a Moisés que recibiera las instrucciones de Dios en su nombre y prometieron que harían todo lo que Dios dijera (Deuteronomio 5:23-33).
Devocional:
Mirad, pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra. (Deuteronomio 5:32)
El segundo discurso de Moisés comenzó con la repetición de los diez mandamientos. Ante «todo Israel» (v. 1), pronunció la transcripción del carácter divino que Dios mismo había escrito «en dos tablas de piedra» (v. 22). La importancia de transmitir las palabras de Dios e inculcarlas en la mente del pueblo implicaba la preservación de esa y otras generaciones que debían conservar no un mero sistema religioso, sino un único corazón guiado por el Espíritu Santo.
Recordando lo que visto en Éxodo 20, en los mandamientos del Señor encontramos los dos pilares de la fe cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo. Los cuatro primeros mandamientos nos reportan a Dios, como único Dios verdadero y digno de todo culto. Los seis últimos revelan cómo debemos amar al prójimo. Y en la confluencia de todas ellas encontramos la perfecta armonía de la ley de oro, que señala nuestra falibilidad para cumplirla y el plan infalible de Dios a través de Jesucristo.
Aunque nuestra obediencia no sea la causa de la salvación, sino el resultado, nos ayuda a dar mayores pasos hacia Dios. La gloriosa manifestación del Señor en el Sinaí había sido una escena demasiado maravillosa para Israel. La voz del Señor «de en medio del fuego» (v. 24), el terremoto, el trueno, llenaron de gran temor a los hijos de Israel, de modo que le rogaron a Moisés que fuera el mediador y el portavoz entre Dios y ellos. La comunión de Moisés con el Señor y su obediencia al hacer todo lo que Él había ordenado le dieron el privilegio de verlo cara a cara.
«[Todos] los que están vivos aquí hoy» (Deuteronomio 5:3) deben escuchar, aprender y preocuparse por guardar la ley de Dios como una manifestación de su amor derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo.
Si en adelante eliges el camino de la obediencia humilde y confías sólo en los méritos de de la sangre de Cristo para cubrir tus transgresiones pasadas, recibirás la promesa: ‘Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.’ (Is.43:25). Pero si eliges el camino de los transgresores, debes cosechar la recompensa del transgresor. La paga del pecado es la muerte’ (Romanos 6:23)»
De ello que nuestro mayor bien vendrá del ser diligentes y obedientes al Señor y sus estatutos, como nos orienta Santiago 1:22 «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.» (St 1,22).
Oración:
Señor, refina mi obediencia para cumplir cada día con la mayor fidelidad, los mandamientos de Tu Palabra, y perfecciona mi fe para que cuando me encuentre en medio de la prueba sepa que de mi obediencia comprometida puedo creer totalmente en el galardón de Tus maravillosas promesas.