(Lee al final el estudio un devocional de Deuteronomio 4. Esperamos sea de bendición para ti.)
Deuteronomio 6 trata del poder del amor. No importa cuán fuerte sea nuestra determinación de hacer lo que es correcto, el amor prevalece sobre nuestra obediencia porque no seríamos capaces de guardar la ley de Dios a menos que primero tuvieramos por Él un fuerte y genuino amor del que obtuvieramos la fuerza para seguir sus caminos (Deuteronomio 6:1-5).
El gran mandamiento
Además de guardar los mandamientos de Dios, Las familias de Israel tenían que enseñar a sus hijos a hacer lo mismo. Así, la enseñanza de la palabra de Dios a los niños debía ser una tarea diaria de los padres con el propósito de que a través de tal instrucción bíblica se enseñara a sus hijos a temer al Señor y servirle de todo corazón. De allí que la vida familiar debía estar guiada por el conocimiento de la ley de Dios, y ser el hogar conocido como un lugar donde se amaba la ley de Dios y se vivía según ella (Deuteronomio 6:6-9), dándole al Señor toda la honra y gloria pues Jehová era el único Dios.
Advertencia contra la desobediencia
El Señor amaba a Israel como su pueblo especialmente elegido y quería que ellos le amaran a su vez. Dios, por su parte, sentiría dolor y pesar si en su prosperidad lo olvidaran o se alejaran de él para seguir a otros dioses:
No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos; porque el Dios celoso, Jehová tu Dios, en medio de ti está; para que no se inflame el furor de Jehová tu Dios contra ti, y te destruya de sobre la tierra. No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah. (Deuteronomio 6:14-16)
Devocional:
Escucha, Israel, el SEÑOR nuestro Dios es un solo SEÑOR. Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. (Deuteronomio 6:4-5)
Este pasaje de la Escritura reveló la necesidad de que Israel atendiera a los mandamientos, estatutos y juicios del Señor, teniendo como base legal el amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (v. 5). Los tres aspectos (mental, espiritual y físico) debían estar en plena conexión con Dios. No se trataba de un servilismo cautivo, sino de una adoración voluntaria; el mandato de Dios obedecido por amor.
Esta obediencia, sin embargo, debía ir más allá de los límites individuales del corazón de los padres y servir de escuela en la vida de sus hijos. La educación gentil y paciente debía ser la tónica de todo hogar israelita. A los padres les correspondía enseñar a sus hijos a través de la rutina diaria que Dios era el único Señor. La señal en la mano y «por delante entre los ojos» (v.8) significaba el carácter no sólo teórico sino también práctico de la Palabra de Dios. Todo padre y toda madre que comprenda su responsabilidad doméstica, debe buscar en el Señor una vida que tenga como principal objetivo el perfeccionamiento del carácter de los suyos y de sus hijos para gloria de Dios.
Una vida de obediencia genera tres elementos muy importantes:
Temor de Dios: «para que temáis al Señor» (v.2) – He aquí la primera voz angélica para nuestros días: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado» (Ap. 14:7). Temer a Dios no significa tener miedo de Dios, sino respetarlo como reconocimiento por lo que es, como sigue diciendo el primer ángel: «… y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de agua». Es decir tener muy claro que servimos, adoramos y tememos al Dios en toda su magnitud incluyendo la de Creador de todo cuanto conocemos; de todo el universo.
Recompensas aquí y en el futuro: «y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste» (v. 11); «para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus padres» (v. 18); «y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días» (v. 24). El Señor no nos ha prometido sólo bendiciones en este mundo; después de todo, antes de llegar a Canaán, Israel tuvo que cruzar el desierto. Sin embargo, hay bendiciones prometidas a todos los que buscan hacer » lo recto y bueno ante los ojos de Jehová» (v.18). Pero incluso si la adversidad golpea el hogar de los hijos de Dios, las recompensas eternas superan cualquier sufrimiento transitorio. Además, la prosperidad aquí también puede ser una amenaza, por lo que «cuídate de no olvidarte de Jehová» (v. 12).
La justicia de Dios: «Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado.» (v. 25). La justificación por la fe se atribuye a todo aquel que cree en Jesús como Señor y Salvador de su vida. Esto es un hecho. Sin embargo, este «creer» se entiende a menudo de forma equivocada, como si no dependiera de ninguna respuesta por nuestra parte. La fe nos exige un cambio de rumbo, una renuncia y a veces el riesgo de la muerte. Recordemos a Abraham, que dejó la casa de su padre para ir a una tierra desconocida, y que estuvo dispuesto a sacrificar a su propio hijo para obedecer el mandato del Señor. O de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, que entregaron sus cuerpos para ser quemados aunque no tenían conocimiento de la liberación divina.
Antes de la obediencia, amados, viene el amor, y, sólo por la «fe que obra por el amor.» (Gal.5:6), podemos experimentar la gracia de un corazón y un hogar gobernados por el Espíritu Santo. Cuando nuestros hijos pongan en duda nuestra fe, por estímulos o influencias del mundo, por mensajes escuchados ante otros, o por falta de información, que ésta sea nuestra respuesta, con palabras y con el ejemplo: «Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy.» (v. 24).
Oración:
Querido Padre Celestial, te honro como Dios Todopoderoso. Te agradezco toda tu bondad y tus generosas bendiciones. Te amo porque Tú me amaste primero a través de Jesús. El deseo de mi corazón es demostrar mi amor por el Ti en todo lo que hago, amo y digo, a mi familia, mis amigos y a todos a los que encuentre a mi alrededor, y de ese amor obedecer y seguir cada uno de tus estatutos.