Juan 4
Juan 4 destaca la universalidad de la salvación que ofrece Jesús, quien busca a los marginados y transforma vidas a través de su verdad y amor. Nos recuerda la importancia de la fe, como lo muestra el oficial del rey, y nos desafía a adorar a Dios en espíritu y verdad, sin barreras ni prejuicios.
Jesús y la Mujer Samaritana (Juan 4:1-26)
Jesús, viajando de Judea a Galilea, pasa por Samaria y se detiene junto al pozo de Jacob. Allí encuentra a una mujer samaritana y le pide agua. La mujer se sorprende, ya que judíos y samaritanos no se relacionan. Jesús le ofrece «agua viva» que satisface para siempre. En el diálogo, revela que sabe detalles de su vida personal, como que ha tenido cinco esposos y el hombre con el que vive no es su esposo. La mujer, asombrada, reconoce que Él es un profeta, y Jesús declara que Él es el Mesías.
El Testimonio de la Mujer y la Fe de los Samaritanos (Juan 4:27-42)
La mujer deja su cántaro y regresa a la ciudad, contando a todos sobre Jesús. Muchos samaritanos vienen a verlo y creen en Él por su palabra. Al escuchar a Jesús, muchos más creen, reconociéndolo como el Salvador del mundo. Jesús rompe barreras culturales y sociales, mostrando que la salvación está abierta a todos los pueblos.
Jesús Sana al Hijo de un Oficial (Juan 4:43-54)
En Galilea, un oficial del rey ruega a Jesús que sane a su hijo moribundo. Jesús le dice que regrese a su casa, asegurándole que su hijo vive. El hombre cree y regresa, confirmando al llegar que su hijo fue sanado a la hora exacta en que Jesús habló. Este milagro fortalece su fe y la de toda su casa.
Versículo clave de Lucas 24:
«Pero el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.» Juan 4:14
Este versículo forma parte del diálogo de Jesús con la mujer samaritana junto al pozo. En él, Jesús introduce una verdad espiritual profunda: la salvación y la satisfacción eterna que sólo Él puede ofrecer. El agua que Jesús menciona no es literal, sino una metáfora de la vida eterna y la plenitud espiritual que se encuentra en Él.
La promesa de Jesús va más allá de suplir necesidades temporales; Él nos ofrece una relación transformadora y eterna con Dios, la cual satisface las necesidades más profundas del alma. Este pasaje también resalta la inclusión de todos en el mensaje del evangelio, ya que la mujer samaritana, una figura marginal en su contexto, recibe esta invitación directa.
Oración:
Señor, gracias por ofrecerme el agua viva que satisface mi alma y me da vida eterna. Ayúdame a buscar siempre en Ti la plenitud y no en las cosas pasajeras de este mundo. Llena mi corazón con tu Espíritu, y haz que mi vida sea una fuente de tu amor y esperanza para los demás. En el nombre de Jesús, Amén.