Mateo 17: La transfiguración de Jesús (Mateo 17:1-13)
Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan a una montaña alta donde fue transfigurado delante de ellos. Su rostro brilló como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. Moisés y Elías aparecieron hablando con él. Pedro, emocionado, sugirió hacer tres enramadas para ellos, pero mientras hablaba, una nube brillante los cubrió y una voz desde la nube dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd». Los discípulos, aterrorizados, cayeron al suelo, pero Jesús los tocó y les dijo que no temieran. Luego, al descender de la montaña, les ordenó no contar la visión hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Los discípulos preguntaron acerca de Elías, y Jesús explicó que ya había venido en la figura de Juan el Bautista, pero no lo reconocieron.
Cristo sana a un joven endemoniado (Mateo 17:14-21)
Al bajar de la montaña, Jesús fue recibido por una multitud. Un hombre se acercó y le pidió que sanara a su hijo, que sufría ataques causados por un demonio. Los discípulos no pudieron expulsarlo, lo que causó frustración en Jesús, quien habló de la falta de fe. Expulsó al demonio y el niño fue sanado. Luego, los discípulos le preguntaron en privado por qué no pudieron expulsarlo, y Jesús les dijo que era por su poca fe. Les explicó que con fe tan pequeña como un grano de mostaza, podían mover montañas. Añadió que este tipo de demonio solo sale con oración y ayuno.
Jesús predice su muerte y resurrección (Mateo 17:22-23)
Mientras estaban en Galilea, El Señor les dijo a sus discípulos por segunda vez que sería entregado en manos de hombres, lo matarían y resucitaría al tercer día. Esto llenó de tristeza a sus discípulos, quienes no entendían completamente lo que Jesús les estaba anunciando.
El impuesto del templo (Mateo 17:24-27)
Cuando llegaron a Capernaum, los cobradores del impuesto del templo le preguntaron a Pedro si su maestro pagaba el impuesto. Pedro respondió que sí. Al entrar en la casa, Jesús, conociendo la situación, le preguntó a Pedro si los reyes del mundo cobraban impuestos a sus hijos o a los extraños. Pedro respondió que a los extraños, y Jesús dijo que entonces los hijos estaban exentos. Sin embargo, para no ofender, Cristo instruyó a Pedro a pescar un pez, en cuya boca encontraría una moneda con la que debía pagar el impuesto tanto por él como por Jesús.
Versículo clave de Mateo 17:
«Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.» Mateo 17:5
Este versículo es clave porque ocurre durante la transfiguración de Jesús, un evento en el que su divinidad se revela claramente a tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Mientras Jesús está transfigurado en gloria, una voz desde el cielo, que es la voz de Dios, declara que Jesús es su Hijo amado y que los discípulos deben escucharle.
Este versículo es fundamental porque refuerza la autoridad divina de Cristo como el Hijo de Dios. La declaración «a él oíd» es un llamado a los discípulos —y a nosotros hoy— a prestar atención a las enseñanzas de Jesús y a seguir su camino. Es un recordatorio de que la obediencia a Cristo es el camino hacia la verdadera relación con Dios y la realización de su voluntad.
Oración:
Padre celestial, te damos gracias por revelar a tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo. Ayúdanos a siempre escuchar y seguir sus enseñanzas con humildad y obediencia. Que nuestros corazones estén abiertos a tu palabra, y que nuestras vidas reflejen la gloria de tu Hijo. Danos la fuerza para caminar fielmente en su camino, buscando hacer tu voluntad en cada aspecto de nuestras vidas. En El Nombre de Jesús, Amén.